Lí­deres polí­ticos y sociedad guatemalteca (II de II)


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Analizando nuestra realidad, nos preguntamos lo siguiente: ¿Qué ataranta más a la nación? ¿La escuela donde se incuba paradójicamente la ignorancia, la frustración y la desesperación económica puesto que la educación impacta de forma directa en las posibilidades de generar ingresos? o ¿La religión que invita a la postración, a la resignación con la esperanza de ser compensado y premiado en el más allá después de haber padecido en la tierra una vida infeliz?

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

 


¿Cómo aceptar los absurdos dogmas que todaví­a se atreven a promover las iglesias para hacerse de más clientes que las enriquezcan con las limosnas y diezmos pagados por personas que escasamente tienen para comer? ¿Y la piedad, dónde está?

También, ¿acaso  no ataranta a la nación la televisión degradante diseñada para atrapar a los ignorantes de cualquier estrato económico invitándolos además a digerir o a consumir productos inútiles o alimentos nocivos para la salud?

¿Podemos aspirar a tener polí­ticos distintos, estadistas sobresalientes con una clara visión de realidad y futuro, si fueron extraí­dos de una sociedad mayoritariamente embrutecida o por la escuela o por la religión o la televisión? ¿Puede la parte ser igual al todo? ¿Cuántos libros lee promedio un diputado, ministro o alcalde al año? En caso de leerlos, ¿qué leerán? Escucharán música culta? ¡NO!

Entonces resignémonos, cancelemos las quejas; nuestros lí­deres no pueden ser distintos al grueso de la sociedad guatemalteca.  Nos quejamos de lo que nosotros somos sin darnos cuenta que todos en este paí­s nos apellidamos Pérez o Garcí­a y pocos hacen algo para “cambiar” su apellido.

Somos una sociedad que no corregimos nuestros defectos idiosincráticos, veámonos en el espejo tal como somos; dejemos por un lado el “valemadrismo” porque el desmadre es evidente, estamos atrapados entre la negligencia y el relajo, aquí­ todo el mundo hace lo que quiere, ¿Y qué? No nos importa si las cosas se hacen bien o se hacen mal, todo hay que hacerlo “al chile” aplicando la ley del mí­nimo esfuerzo.

El fracaso es causa y efecto, punto inmutable de salida y punto inexorable de llegada, dejemos ya de ver en el dí­a el pasado y en la noche soñar con el futuro; debemos entender que Guatemala es un paí­s que tiene mucho por hacer en el campo social y educativo para formar buenos ciudadanos con otra visión de paí­s.    ¿Cuántos polí­ticos honestos conocen? ¿Saben de algún partido polí­tico que haya hecho gobierno y cumplido sus promesas electorales? ¿Conocen el pasado de los candidatos a cargos de elección popular?  ¿Elegiremos autoridades para que el Estado siga funcionando sin funcionar?

Lo provisional se perpetúa porque en realidad no hay presente, nuestra bipolaridad histórica y jurí­dica son un pasado que añora ser futuro, el nuestro no es un pasado glorioso, es trágico; por ello debemos empeñarnos en esta campaña electoral, por elegir a la persona menos mentirosa y con un poco de cultura.