Parece un lugar común decir que la democracia tiene cimiento en la libertad de expresión, pero ocurre que sin la oportunidad de difundir libremente las ideas y sin la oportunidad de tener acceso a información amplia y detallada de la realidad, no se puede pretender que funcione un sistema político que requiere la participación informada y responsable de los ciudadanos.
Por ello es que la calidad de la democracia tiene mucho que ver con la calidad de la información que se traslada a los ciudadanos y en ese sentido pareciera como si en nuestro medio tenemos que realizar profundas reflexiones sobre el papel que los medios de comunicación y la opinión pública juegan.
Porque al papel informado y responsable de los ciudadanos debiera corresponder el desempeño de las funciones públicas con alto sentido de la ética y de búsqueda del bien común, lo cual no ocurre necesariamente en nuestro entorno porque existe una ciudadanía que no atina a desempeñar su papel con una participación constante que vaya más allá de la de ir a las urnas cada vez que hay elecciones para emitir un sufragio que parece más consecuencia de la propaganda que de la reflexión y de las decisiones maduras.
Ciertamente la mayoría de la población recibe noticias que son más bien superficiales y muchas de ellas son propaganda disfrazada de información que medios trasladan sin empacho ni rubor. Pero tampoco se nota rigor de la gente a la hora de demandar que se le informe con amplitud, seriedad y responsabilidad, porque muchas veces el escándalo es lo que atrae y las noticias más serias no llegan a merecer la atención de los lectores, radioescuchas o televidentes.
En este mundo moderno de masivas comunicaciones instantáneas por redes sociales y otros medios, la importancia de los órganos de comunicación tradicionales no se puede menospreciar porque son ellos los que no sólo dan calidad de certeza a las informaciones que circulan rápidamente, sin control ni verificación, sino que, además, son profesionales quienes tienen a su cargo el traslado del reporte de los hechos.
Creemos en la libertad en forma amplia, pero también creemos que informar es equivalente a educar y que en ambos campos se tiene que actuar con responsabilidad, seriedad y mesura. No es cuestión de acogerse a un derecho para decir o publicar cualquier patraña, sino que se trata de corroborar hechos y de darle al ciudadano los elementos necesarios para que mediante una información, completa y compleja, pueda tomar sus decisiones y de esa manera contribuir a la formación de democracia.
Minutero
Importa la libre expresión
en función de democracia;
se vuelve un derecho sin gracia
si le falta esa visión