Libertad, justicia y paz


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“…la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrí­nseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.” (Preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948)

Factor Méndez Doninelli

 


A pesar que vivimos en un mundo convulsionado, agobiado y dominado por las guerras y conflictos raciales y sociales existentes, con millones de seres humanos muriendo en la pobreza y pobreza extrema, con violencia y discriminación contra las mujeres, con niños y niñas sin acceso a la educación y alimentación adecuadas, con gobiernos corruptos y represivos, con un aumento de la brecha entre ricos y pobres, con condiciones de injusticia y desigualdad que prevalecen; la humanidad entera conmemora con diferentes actividades el aniversario 63 de la vigencia de la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III) el 10 de  diciembre de 1948.

Ha sido el desconocimiento y menosprecio de los derechos humanos lo que ha originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad. Son los Estados, los Gobernantes y sus agentes, los principales sujetos violadores de esos derechos. Hoy en dí­a, son escasos los paí­ses donde sus habitantes viven en un entorno de respeto, libertad, justicia y paz y por el contrario, en la mayor parte del resto de paí­ses del mundo, la gente está sometida a abusos e irrespeto absoluto a los DD. HH.

En unos paí­ses se violan con más brutalidad y cinismo los derechos civiles y polí­ticos. En Centroamérica, la hermana República de Honduras es el mejor ejemplo, sobre todo por la violación del derecho a la vida, a las libertades de expresión y organización.

Otros como Guatemala, es más evidente la violación de derechos humanos económicos, sociales y culturales, tales como el racismo y la discriminación en contra de los pueblos indí­genas, el altí­simo grado de desnutrición crónica infantil, los elevados í­ndices de desempleo, bajos salarios, escasa seguridad social para los trabajadores, limitado acceso a los servicios de salud, medicamentos, educación y vivienda digna. La criminalización de las luchas sociales y la represión desatada en contra de organizaciones campesinas que demandan acceso a la tierra. La falta de voluntad polí­tica para frenar la corrupción y las concesiones para la exploración y explotación minera, así­ como la construcción de hidroeléctricas que alteran y dañan el medio ambiente y el ecosistema.

No hay duda, todaví­a hace falta mucho por hacer para cumplir con los ideales y aspiraciones plasmados en el artí­culo 2 de la DUDH que dice: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión polí­tica o de cualquier otra í­ndole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.

Hace falta eliminar los odios raciales, las conductas xenofóbicas, la violencia contra la mujer. Terminar con el hambre, el analfabetismo, la mortalidad materna infantil, las guerras y la voracidad neoliberal e imperialista.

Es una legí­tima aspiración de los seres humanos, luchar por la construcción de un mundo en que hombres y mujeres, “liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.” (Preámbulo DUDH).