Lí­bano: ¿cultivo de terroristas?


Manifestación. Niños y niñas del campo de refugiados de Nahr al-Bared realizaron una actividad pidiendo la paz.

Los combates que enfrentan en el norte de Lí­bano al ejército con Fatah al Islam, un grupúsculo de reciente creación, sugieren la emergencia de una nueva tierra de cultivo del terrorismo islamista que se beneficia una vez más de la inestabilidad del gobierno nacional.


Hasta el momento, 78 personas, entre soldados, militantes islamistas y civiles, fallecieron en los enfrentamientos que estallaron el domingo en la ciudad de Trí­poli y se extendieron después al campo de refugiados palestinos de Nahr al Bared, donde Fatah al Islam anunció su creación a finales de 2006.

Los libaneses contemplan con horror esta nueva ola de violencia, acompañada de tres atentados esta semana, dos de ellos en Beirut, que agudizará sin duda la crisis polí­tica y económica del paí­s, que todaví­a arrastra los penosos efectos de una guerra civil (1975-1990) y del conflicto entre Israel y el Hezbolá chií­ta libanés el pasado verano boreal.

El apoyo occidental al gobierno de Fuad Siniora no ha resultado suficiente para frenar una poderosa oposición prosiria, que ha movilizado a sus masas para provocar la caí­da del gabinete e impedir a toda costa la creación de un tribunal internacional que juzgue a los autores de la muerte del ex primer ministro Rafic Hariri.

La ONU apunta a la implicación de Damasco en el asesinato de Hariri en 2005 en Beirut, mientras Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña abanderan un proyecto de resolución que el Consejo de Seguridad podrí­a votar próximamente para implementar el tribunal.

Según el gobierno libanés, los sirios, que desmienten haber tenido algo que ver con el atentado contra Hariri, están detrás de la insurrección de los militantes de Fatah al Islam con el fin de impedir la creación de esa instancia judicial y desestabilizar Lí­bano, paí­s que tuteló entre 1976 y 2005.

Acusado de mantener ví­nculos con los servicios de inteligencia del paí­s vecino, el grupúsculo islamista sunita se escindió a finales de 2006 del Fatah al Intifada, una formación palestina basada en Damasco.

Fatah al Islam está integrado por unos 200 militantes, muchos palestinos pero también de otras nacionalidades árabes, y, según los expertos, se ha distanciado del nacionalismo del partido Fatah, del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, para identificarse con la guerra santa global que predica la red de Osama Bin Laden.

Su lí­der, Chaker Abssi, nacido en Jericó en 1955, habrí­a estado vinculado con el ex jefe del brazo iraquí­ de Al-Qaeda, Abu Mossab Al Zarqaui, muerto en un ataque estadounidense en 2006.

Sus militantes se muestran ahora dispuestos a luchar «hasta la última gota de sangre», mientras continúan atrincherados en el campo de Nahr al Bared, uno de los 12 campos de refugiados palestinos de Lí­bano gestionados por el Fatah de Abas y en el que teóricamente no puede penetrar el ejército libanés en virtud de un acuerdo que fecha de 1969.

Pese a ello, el representante de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Lí­bano, Abas Ziki, afirmó que no se opondrí­a a una eventual decisión del gobierno de ordenar al ejército su entrada en Nahr al Bared.

Por el momento, los combatientes islamistas y las tropas mantienen a duras penas una tregua formalizada el martes, interrumpida por un intercambio de disparos el jueves por la noche.

Pero los enfrentamientos podrí­an reanudarse en cualquier momento, como dejó entrever el gobierno al prometer que erradicará el «terrorismo» de su paí­s y la amenaza del ejército de dar una respuesta «muy dura».

Lo que empezó el domingo como una operación de los soldados para detener a atracadores, miembros de Fatah al Islam, de un banco cerca de Trí­poli, se ha convertido en una nueva pesadilla para el gabinete de Siniora y en la enésima preocupación de la comunidad internacional que no logra apagar los fuegos ya existentes en Oriente Medio como en Irak, Irán y el conflicto israelo-palestino.

Los combates en Nahr al Bared llevan camino además de crear una nueva crisis humanitaria.

La mitad de sus 30 mil habitantes emprendieron el éxodo hacia las localidades vecinas o el campo de refugiados de Baddaui, mientras las organizaciones humanitarias tratan de hacer llegar la ayuda a Nahr al Bared, que ya se ha quedado sin agua potable y electricidad.

78 personas han muerto en Trí­poli desde que inició el enfrentamiento en Lí­bano.