LEYENDAS MEDIEVALES SOBRE EL NACIMIENTO DE CRISTO


nav2_1

Desde los primeros siglos del cristianismo, pero con mayor énfasis durante la Edad Media, circularon a lo largo de toda Europa diversas leyendas sobre la vida de una gran cantidad de santos y santas conocidos en esa época, éstas eran parte importante de la predicación y la enseñanza de la Iglesia durante este último periodo referido, ya que servían de ejemplo y modelo a seguir. Dentro de ellas se tenían también relatos sobre la vida de Jesús y de la Virgen María, mismas que, además de lo señalado anteriormente, ejercían también la función de llenar los vacios que los Evangelios Canónicos dejaban en sus relatos.

nav2_2

Julio Rolando Martínez Mansillla
Universidad de San Carlos de Guatemala

Estas leyendas fueron recopiladas por el fraile dominico Santiago de la Vorágine, -personaje famoso por sus escritos durante el Medioevo-, en la obra más importante de este periodo, me refiero a “La Leyenda Dorada” o conocida también como “Legenda Áurea”, llamada así debido a la gran popularidad que tuvo.  Esta compilación de historias data de alrededor del año 1264.  El título original de la obra en latín es “Legendi di Sancti Vulgari Storiado”.  Cabe mencionar que de la Vorágine llegó a ocupar la silla arzobispal de Génova, y hacia el año 1816, fue beatificado por el papa Pío VII.

  En su capítulo correspondiente a la natividad de nuestro Señor Jesucristo, el religioso dominico toma como referencia algunos escritos disponibles en ese momento dentro de los que menciona las “Crónicas” de Eusebio de Cesarea, la “Historia Escolástica”, la “Compilación” de San Bartolomé y el texto apócrifo al que únicamente se refiere como “Libro de la Infancia”, que según algunas opiniones sería el conocido como “Libro de la infancia del Salvador”, cuyo título original es “Liber de infantia Salvatoris”.

  Así en primer lugar Santiago de la Vorágine presenta varias fechas posibles en cuanto a cuando pudo haber acontecido el nacimiento del Divino Infante.  Apunta así el año 5228 después de la formación de Adán, mientras que otros pensaban que había sino en el año 6000, fecha planteada por Metodio, -considerado como uno de los apóstoles de los eslavos-, y rebatida por de la Vorágíne ya que expresa que se basó en supuestos místicos y no por criterios cronológicos.  Así mismo hace mención de Eusebio de Cesarea, quien apunta que fue en el año 5199, siendo el Emperador de Roma Octavio.
  Dicho gobernante utilizaba este nombre cuando asumió el cargo, luego se hizo llamar César en recuerdo de su tío Julio César, y posteriormente tomo el nombre de Augusto debido a la expansión y prosperidad que tuvo el Imperio romano bajo su mando.   Tomando después el título de Emperador, que era superior al de un rey.  Debido a que César Augusto quería conocer todo el territorio que estaba bajo su poder, promulgó el edicto que ordenaba empadronarse a todos los que estaban considerados como cabezas de familia, en su lugar de origen, y además entregar al gobernador de su provincia, un denario de plata, a manera de tributo, en nombre propio y de su familia, y como un testimonio de ser súbdito del emperador de Roma.

  Es interesante cómo de la Vorágine deja asentada la forma en que se realizaba este acto, ya que el proceso de dicho censo consistía en dos partes, la primera era la profesión de fidelidad al Imperio, y la segunda el empadronamiento como tal.  Dicho acto de fidelidad se realizaba así, la persona cabeza de familia previo a entregar al presidente de la provincia el tributo, a título personal y de las otras personas que representaba, colocaba la moneda sobre su frente y en voz alta, delante de todo el pueblo, se declaraba como un súbdito del Imperio romano, para luego continuar con la parte del empadronamiento en el que se anotaba en una lista el número de personas al cual se representaba.

  Es así que José, quien vivía en Nazareth, pero que por descender de David, debía dirigirse hacia Belén para empadronarse, pero por acercarse ya el momento del parto de María, la llevó consigo, ya que no quería confiarle su cuidado a nadie más. 

  Según una leyenda consignada en este escrito medieval, cuando se aproximaban ya a Belén, María advirtió que una parte del pueblo estaba alegre, mientras que la otra lloraba, y que un ángel le explicó que esto era porque mientras una parte del pueblo se regocijaba, porque recibirían la eterna bendición a través de la sangre de Abraham, la otra parte estaba así porque han merecido la reprobación divina.  La primera estaba conformada por los gentiles y la segunda por los judíos.

  También se dice que cuando llegaron a Belén, no encontraron lugar donde alojarse, porque los lugares en donde lo hubieran podido hacer, debido a lo limitado de sus recursos, estaban ya ocupados, ya que mucha gente había llegado por el mismo motivo que ellos, por lo que tuvieron que cobijarse en un cobertizo público, que se encontraba, según se indica,  entre dos casas.  Este era un albergue al que acudían las personas que habitaban en la ciudad, para divertirse en los días de fiesta, y que servía también para refugiarse cuando había mal tiempo y asimismo socializar.

  Otra leyenda apunta que tanto el asno como el buey, fueron llevados por José en el viaje, y que el pesebre fue preparado por el santo varón, o bien  ya se encontraba en el lugar, a disposición de los campesinos de la localidad, para cuando llevaban animales en los días de mercado, y poder así alimentarlos.

  Se consigna que fue un domingo cuando José y María llegaron a la ciudad de Belén, siendo aquel mismo día, al filo de la medianoche en que tuvo lugar la llegada del Hijo de Dios, recostándolo sobre el heno del pesebre, el cual fue respetado por el buey y el asno, ya que no comieron del mismo.  Se cuenta también que posteriormente, dicho heno fue llevado a Roma por Santa Elena, a manera de reliquia.

  Por último se apunta una leyenda que busca demostrar la virginidad perpetua de María, la cual entre otras maneras que son presentadas y explicadas debidamente por de la Vorágine, fue comprobada por dos comadronas que atendieron a la Santísima Virgen al momento de dar a luz.  Estas llegaron al lugar, ya que al momento de presentarse los primeros síntomas del parto, José, apegándose a las costumbres de la época, requirió su asistencia, lo cual no quiere decir que dudara de que fuera el mismo Dios quien fuera a nacer de su esposa virgen.

  Los nombres de éstas eran Zabel y Salomé.  La primera de ellas luego de examinar cuidadosamente a María, comprobó que aún luego de parir, conservaba integra su virginidad, exclamando: “¡Ha parido una virgen!”.  Pero Salomé no lo creyó y quiso verificarlo por si misma mediante el tacto de su mano, pero al querer intentarlo, el brazo se le secó.  Luego se le apareció un ángel quien le indico que tocara al niño recién nacido con la mano seca, y al momento de tocarlo el brazo le sano enseguida.

*Según apuntan las leyendas medievales, el nacimiento del Niño Jesús tuvo lugar cerca de la medianoche de un día domingo.  Nacimiento particular de la Ciudad de Guatemala.  (Fotografía Julio R. Martínez, año 2011.)

*Detalle del óleo de la Natividad del Niño Jesús procedente del siglo XVII, que se conserva en la Catedral Metropolitana de la Nueva Guatemala, obra atribuida a Francisco Montufar.  Nótese la forma en que se presenta el portal de Belén, muy parecida al cobertizo que se menciona en las leyendas medievales.  Acompañan a la Sagrada Familia el buey y la mula, que según relatan las referidas leyendas, fueron llevados por el santo Patriarca durante el viaje.  (Fotografía Julio R. Martínez, año 2012)