Las aguas traen en su interior
una dulce historia de amor
y sus hondas la reflejan
como espejos,
al agitarlas el viento
de la noche.
Eduardo Alfonso Luna Estrada
Céd. A-1 309873
Descienden las estrellas,
una a una
como dioses,
a cubrir las olas con su manto,
ha muerto el día,
a solas,
en silencio,
al igual que un mortal.
A veces,
cuando a solas me encuentro,
camino en la vereda,
con la mirada firme;
contemplo los árboles
que ahí se encuentran,
y como una sombra
sus descompasadas
y enormes ramas
cuajadas de rocío,
adornando el río que pasa.
Me siento meditando y contemplando
sus copas llenas de nidos
abrazándose en un beso
en lo alto del cielo.
Mi alma sufre
cuando el fuerte viento del invierno
azota sus ramas,
porque mi mente
piensa y vive
¡en ti!
y yo,
como un sueño,
¡tu grande y noble amor!
Nunca te olvidaré
mientras el manto de la noche
ilumine en la laguna
la luna y las estrellas;
no te olvidaré
mientras las avecillas nocturnas
canten de rama en rama,
y de balcón en balcón,
buscando incansables
una fuentecilla que llora de sus entrañas
agua bendita,
que lanza por su boca inerte
un pececillo de piedra
y que a ella tanto le gustaba.
Aún añoro las horas de la tarde
que pasábamos contemplando la fuentecilla,
la recuerdo, vive en mí, cómo una oración,
está en medio de un patio rodeado de trigo
y cañaverales de azúcar.
Cuantas noches ilumine la luna,
me levantaré a recordar
y a contemplar aquel patio iluminado
y a ver a las avecillas
hablando con la fuentecilla,
que dadivosa
les da de su corazón de piedra
el agua que les mitiga la sed,
y que las hace vivir y cantar
para recordar el ayer.
Yo sé que a cambio
las aguas piden ser arrulladas
por sus bellas melodías,
cuajadas da trinos y cadencias
que no son de amor,
sino de dolor,
dolor de angustia y pena
que me hacen pensar en ti,
en la inmensidad de las horas,
de los días y de las noches.
La mar se agita embravecida
levantando sus olas hasta el infinito,
te llamo por tu santo nombre,
mientras mi voz se hunde y se confunde
en las profundidades del mar.
Te recordaré
y nunca de mis pensamientos te arrancaré
mientras los reflejos del agua
lleven de ola en ola
un misterio
o una canción de amor
que nunca nos diga ¡Adiós!