Esta es otra vieja leyenda de la ciudad. Aparece sólo en los barrios de Candelaria, la Recolección, Santo Domingo y la Parroquia Vieja. Todas las versiones recogidas están referidas a aquellos.


Versión-prototipo
Según el prototipo, los rezadores de la noche vagan errantes por los barrios de la ciudad. “Son unos encapirotados que caminan por las calles rezando”.
“Los rezadores aparecen casi siempre los primeros viernes de cada mes; pasan a la orilla de las banquetas con sus túnicas negras; candelas en las manos, y se les oye en una rezadera tal que a uno lo vuelve loco. Si uno los sale a ver, se lo pueden ganar”.
A los rezadores en su caminata invisible también se les puede percibir aunque no se les vea. El aullar de los perros los anuncia.
Relaciones con el hombre
Los rezadores de la noche entran en contacto con los seres humanos por iniciativa de estos últimos. Quien los busca los puede ver indefectiblemente. La tradición popular advierte que cuando el fúnebre cortejo pasa recorriendo las calles de la ciudad, y alguien sale a observarlo, “alguno de los rezadores se para y le entrega una de sus candelas (a veces son dos); le dice que se las guarde, y que va a pasar por ellas a la noche siguiente. Eso sí: le advierte que debe colgarlas en la cabecera de su cama. Al otro día, lo que aparece en lugar de cada candela es un hueso fémur”.
Y sucediendo esto ya no hay salvación. Sin embargo, el castigo no se verifica al instante. Hay un tiempo de reflexión. Queda aún la posibilidad de poder recurrir a las prácticas mágicas para librarse del maleficio.
Prácticas mágicas
“Cuando uno ya ha visto a los rezadores y le han dado las candelas, ya se lo llevó a uno la que lo trajo al mundo; y para salvarse de ellos lo que se tiene que hacer es salir a esperarlos en el mismito lugar donde los vio, pero con un niño en los brazos, sólo así las candelas no se vuelven huesos y se les puede devolver a los rezadores, pues la inocencia del niño tuerce la maldad de estos espíritus”.
Y, “Para librarse de ellos de una vez por todas, hay que pedirle a algún padre que eche agua bendita a lo largo de toda la calle por donde andan, así ya no vuelven más, pero como los rezadores son unos jodidos, se aparecen al rato en otro barrio”.
La angustia popular provocada por este misterio se resuelve recurriendo a la candidez de un niño de pocos meses de edad, que no esté aún contaminado “por este pecaminoso mundo”. Esto salva la situación. El niño sirve de escudo protector contra la maldad, y los rezadores de la noche no pueden oponerse a su inocencia. Así el hechizo queda roto.
Variantes
Al comparar las distintas versiones recopiladas con el prototipo de la leyenda, se encuentran tres variantes, a saber: en la primera, la leyenda de los rezadores de la noche aparece asociada a la muerte y a los perros. Según esta variante, las personas “que se echan los cheles de los perros en los ojos pueden ver a la muerte y a los rezadores”, porque, “los cheles de los chuchos son lágrimas que ellos derraman cuando los miran”. Y en estas circunstancias no hay salvación alguna: “la muerte carga con uno”.
En la segunda variante, aparecen de improviso los rezadores de la noche los primeros viernes de cada mes por las calles de la ciudad. La persona que los ve transitar es arrastrada a sus filas. En otras palabras, “se lo ganan”.
Y la tercera variante se refiere al aparecimiento de estos espíritus, y a las prácticas mágicas que ejecuta la persona afectada para librarse de su hechizo; lo cual generalmente se logra.
En la segunda parte se transcribe un caso folclórico que reproduce cada una de estas variantes.
Al analizar las tres variantes anteriores se encuentran rasgos comunes: la conceptualización de los espíritus como portadores del mal. Los rezadores de la noche son seres que causan daño, ya que “se ganan a las personas”. Tampoco hay variantes significativas en sus elementos constitutivos, ni en la forma de aparecerse por las calles de la ciudad, así como tampoco en el rezo que musitan y que conmueve el silencio de la noche. No obstante, ninguna de las variantes hace alusión a si este rezo está dirigido a Dios o a Satanás, al diablo, el dios caído.
Elemento común en las variantes de la leyenda lo constituyen las candelas que los rezadores llevan en las manos. La conversión de dichas candelas en huesos es interesante, ya que en todas las versiones la identifican con exactitud: un hueso fémur. Sin duda la comparación se debe a la longitud del hueso asociado al tamaño del cirio.
Folclore comparado
EN GUATEMALA
La antigüedad de esta leyenda se infiere después de analizar las versiones recopiladas en los viejos barrios de la ciudad capital con las proyecciones folklóricas literarias que aparecen en otros pueblos de la República.
En La Antigua Guatemala, departamento de Sacatepéquez, Herrera le da vida y estilo a esta leyenda. Los rasgos y el motivo que presenta pertenecen a la tercera variante antes apuntada. Es decir que su versión literaria se vincula a la muerte y a los perros. Es interesante corroborar que en ella el rasgo del hueso se identifica plenamente: un fémur. La muchacha de la proyección literaria de Herrera enferma y luego muere. Se la habían ganado dichos espíritus.
La versión antigüeña es importante, ya que puede constituir un antecedente de la encontrada en la ciudad de Guatemala. No obstante que su nombre cambia, pues en Antigua no se conocen como “rezadores”, los rasgos comunes son varios. Esto nos lleva a pensar que la leyenda cuajó en La Antigua (la vieja Santiago de Guatemala), y luego pasó a la nueva capital después de su traslación, quedando refundida en los primeros barrios surgidos, y que hoy constituyen los barrios más viejos de la ciudad. Aquí en la Nueva Guatemala, quienes siguen repitiendo la leyenda los han llamado rezadores de la noche.
En otras partes de la República no me fue posible hallar referencia alguna sobre dicha leyenda.
EN HISPANOAMÉRICA
La vieja raíz de la leyenda cobra plena vida al llevar a cabo un análisis comparativo con otras versiones recogidas en Hispanoamérica. Aparece en ellas con la misma fuerza y frescura como en la de Guatemala.
Su tipo o tema se encuentra en otra manifestación de folclore narrativo hispanoamericano: los cuentos populares. Al respecto vale la pena apuntar que para este tipo se tiene la suerte de contar con un material folclórico de primera mano, lo que proporciona una mayor certeza al análisis.
En Ecuador ha recogido el maestro Carvalho-Neto en la provincia de Tungurahua, una versión que corresponde a la segunda variante encontrada en la ciudad de Guatemala.
En general, tanto la versión del cuento ecuatoriano como la leyenda guatemalteca, presentan rasgos comunes, pero, sin embargo, es posible encontrar los rasgos particulares que el medio social y geográfico en que son recreadas les ha impuesto.
Así, en Ecuador, los rezadores se identifican con el diablo, y las prácticas mágicas poseen otros elementos particulares: no basta tener un niño en los brazos para librarse del hechizo, rasgo que se reproduce en la versión guatemalteca, sino se debe quemar romero y ramos benditos a la mitad de la noche, cuando aparezca de nuevo el hombre (el rezador, en Guatemala) que ha entregado la candela.
A su vez, la versión ecuatoriana coincide en muchos rasgos con la peruana encontrada por Terrense Leslie Hansen. Carvalho-Neto advierte que este tipo no aparece en los índices universales de Arnee Thompson, pero sí en el de Hansen, que se refiere a tipos de cuentos populares encontrados en América del Sur y en el Caribe.
Por aparte Susana Chertudi, en su excelente trabajo de recopilación de cuentos folklóricos argentinos, hace alusión al tema de la leyenda que analizo. La versión argentina corresponde a la segunda variante de la guatemalteca.
Los rasgos y la práctica mágica (los niños en brazos) son similares. La versión argentina termina así: el espanto (o rezador) dice a la mujer a quien ha entregado la candela: “Si no fuera por la criatura, a vos también ya t’iabría comío”.
Susana Chertudi, hace referencia a otras versiones recopiladas en Argentina por Alfonso Carrizo. Al colocar estas versiones hispanoamericanas en un solo plano no se encuentran mayores divergencias. Perú, Ecuador, Argentina y Guatemala, tienen versiones semejantes. Es decir, entonces, que el tipo de la leyenda se mantiene, aunque aparezca en otra especie de folklore narrativo: los cuentos populares. La esencia en ambas es la misma.
En España
Es lógico suponer que si se manifiesta en tantos países de origen hispánico, el tema de la leyenda y los cuentos provenga de España. Así lo parecen probar las versiones recogidas allá por Marco Aurelio Espinoza.
Por aparte, en las proyecciones folclóricas en la literatura de España encontré alusiones a este tema popular. Del Valle-Inclán en su cuento La Hueste, reproduce rasgos que permiten identificarlo.
Según esta narración, a un caballero que transita solitario por los campos se le encabrita el caballo, por lo que se encoleriza y maldice al animal. Voces misteriosas le increpan su insolencia. Entonces el caballero ve aparecer una procesión de ánimas, de esas “ánimas en pena que vienen al mundo para cumplir penitencias”. Las voces llaman al caballero y le entregan un cirio. Entre las cosas que le advierten, le dicen: “(desde este instante) eres hermano nuestro, y todos somos hijos de Satanás”, (confesión que permite identificar las voces como espíritus malignos). En el desenlace del cuento, las voces llevan al caballero hasta la orilla de un río, donde desaparecen en la niebla.
Elementos de otra índole se descubren en la versión española: brujas en aquelarre, una procesión de ánimas sustituyendo a un entierro o bien el aparecimiento de una procesión de rezadores, que es el rasgo más común en las versiones americanas. Pero el colofón es el mismo: el daño causado por los rezadores: en el caso de caballero del cuento, las voces no hacen más que presagiarle la muerte de su concubina con quien vivía “en pecado mortal”.
Esta leyenda, en síntesis, aparece en muchas regiones del orbe, si bien tiene orígenes diferentes. Pero para nosotros, los hispanoamericanos, ella nos fue traída por los conquistadores españoles, y aquí, en nuestras tierras, ha cobrado vida propia y se mantiene en la tradición oral de estos países.
Folclore interpretativo
¡Cuánto podría decirse de esta leyenda que se remonta a tiempos tan lejanos sin respetar fronteras y mares!
Indudablemente la leyenda responde al pensamiento mágico que domina a los hombres. A esos hombres que siempre piensan en la muerte como única meta final de la vida, y están al acecho de presagios y signos misteriosos.
Esta idea ha cristalizado en distintas especies folclóricas, el cuento y la leyenda, y el tema ha tomado caracteres propios en cada país. Es en suma, un tema universal. Los rezadores de la noche no respetan fronteras. Son hijos de los hombres, sin tiempo ni distancia.
En particular la leyenda de la ciudad de Guatemala; posee un exquisito sabor mágico y una pincelada artística incomparable. Sólo el nombre de la leyenda dice mucho: Rezadores de la noche. Mayor belleza no puede estar resumida en tan pocas palabras. Es una bella imagen creada en los barrios populares a fuerza de repetir mil y una veces la misma versión fundamental.
A pesar de que la versión de la ciudad de Guatemala no escapa al influjo mundial, por lo que participa de sus características, es una expresión popular propia, por lo que nunca se encontrará totalmente igual en otro punto del orbe.