ílex de la Iglesia: Soy un poco payaso, y los payasos siempre dicen la verdad


El realizador vasco y presidente de la Academia de Cine, ílex de la Iglesia, recibe de manos de la ministra de Cultura, íngeles González-Sinde, el Premio Nacional de Cinematografí­a 2010 tan sólo una semana después de haber recogido el León de Plata en Venecia por su filme Balada triste de trompeta.


«Soy un poco payaso. Tengo capacidad para disfrazarme, para sonreí­r y para intentar alegrar a la gente un poquito diciendo alguna verdad, porque los payasos siempre dicen la verdad», explicó a los medios de la Iglesia tras recibir un premio con una dotación de 30 mil euros.

Y por decir verdades estaba alzándose con un galardón que el año pasado recibió Maribel Verdú. Ya habí­a adelantado su visión autocrí­tica del gremio en su discurso de los Goya el pasado 14 de febrero, y este sábado volvió a insistir, en el marco del Festival de Cine de San Sebastián.

En su agradecimiento, como en su última pelí­cula, centrada en la batalla de dos payasos por el amor de una mujer, habló del dolor como ví­a para la catarsis creativa y, de ahí­, al placer. «El sufrimiento, la premura y la angustia generan un producto mejor», aseguró.

Y así­, igual que montó su último filme con la Mostra ya comenzada, llegó a San Sebastián desde Toronto (Canadá) tras haber perdido dos aviones y sin dormir en las últimas 24 horas.

«La única manera de sobrevivir y avanzar es reconocer que las cosas nunca van a ser como uno quiere. Nunca vamos a tener las condiciones de trabajo que uno desearí­a. Pero eso no es excusa para no seguir trabajando, avanzando», prosiguió.

Así­, él hubiera querido que Balada triste de trompeta llegara a formar parte de las tres pelí­culas preseleccionadas para representar a España en los í“scar, pero no fue así­. «Me molesta mucho, evidentemente, pero tengo que aceptarlo con alegrí­a, porque los que deciden son los miembros de la Academia y hay que llevarlo bien», ironizó.

Por su parte, González-Sinde definió a De la Iglesia como un hombre «terco como una mula», como demostró al convencer a Pedro Almodóvar para volver a los Goya, y «voraz, obsesivo y discutidor», capaz de hacer un «cine de autor para las masas».