Nobleza obliga, acerca de tan importante referente, justo en ocasión de su día. Remembranza y reiteración de mis respetos a quienes viven aún. En momentos fuimos sus alumnos, en diversos ciclos del sistema educativo nacional, ocupando bancos y alternadamente compartiendo experiencias y aprendizajes que deparan a modo de cimiento la convivencia.
Con renovada presencia vienen a mi mente los recuerdos ya lejanos de mis docentes de primaria, en mi terruño San Cristóbal Verapaz. Maestras y maestros, mediante la simbiosis: vocación auténtica, sin poseer el cartón debajo del brazo. En cierto modo pusieron en práctica la Pedagogía del Oprimido; tiempos cuando se acotó que la letra con sangre entraba.
Tampoco todo tuvo el perfil de extrema severidad. Reiteradas ocasiones hicieron factible, mayormente el director con grado, la meta de hacernos buenos lectores. A través de prácticas sistemáticas hubo afán y empeño manifiesto por enfatizar dos aspectos esenciales de la lectura: la mejor y pulida fonética de rigor, así como la debida interpretación.
Inclusive trataron sobre lo más sustancial, aunque parezca paradójico. Mediante lecciones, vivos ejemplos y ejercitación recurrente, hubo esmero en la formación de valores humanos. Por lo tanto abrieron las puertas de par en par, de cara a la práctica enjundiosa de buenos modales, usos y costumbres, en apego estricto a la moral y ética, como basamento.
El subsiguiente paso a la Educación Media, Segunda Enseñanza -perdura este calificativo- en la ubicación cimera de saudades personales. Fue verdadero crisol la circunstancia de conformar parte del sistema coeducativo impulsado por el ex presidente Arévalo. Las aulas del Instituto Normal Mixto del Norte, Cobán, constituyeron el escenario. Catedráticos paradigmáticos.
En plena adolescencia, como Evasión y Retorno, de la autoría del ilustre mandatario aludido, hicimos nuestros los ex condiscípulos esos jirones que marcan a modo de rasgos imperecederos a lo largo de la existencia. La fuerza impetuosa, envolvente y a veces desconcertante del inicio de Eros, sacudió nuestra anatomía y biología, sin asomo sí de la desorientación.
Durante esa etapa, en el panorama de alumno interno, becado los cinco años de la carrera magisterial de entonces, merced a conocimientos acaso elementales, sin embargo en su sitio apropiado, pudimos llevar a cabo el análisis del desempeño del cuerpo de catedráticos. La calificación de excelencia llenó de satisfacción la combinación de la prédica y el ejemplo.
Sirvieron al ciento por ciento el rol básico de nuestra incipiente función de profesor de grado en la Escuela Nacional Urbana para Varones de mi terruño, arriba indicado. También la orientación de una tía abuela, maestra de generaciones, Isabel Narciso Peláez viuda de Goff, que nos supo inculcar la ilusión de ser maestro durante muchos años.
A los designios del Creador debo la circunstancia formativa, fuente también de mayores vivencias, de posteriormente a mi traslado a esta capital inscribirme en la Universidad Mariano Gálvez, deseoso de estudiar el profesorado de Enseñanza Media. Nuevos afanes, ajetreos diversos, ante el hecho que fui nombrado catedrático en el Instituto Clemente Marroquín Rojas.
Institución de naturaleza oficial ubicada en la colonia Belén de Mixco. Plantel educativo mixto del ciclo básico me aportó otra serie de experiencias, donde viví de cerca la interpretación edificante de colegas, dispuestos a elevar a mejores derroteros a la muchachada. Diversos perfiles, pero con el común denominador de cumplir al pie de la letra con el deber.
Merced al traslado al cargo de Supervisor de Educación Media de la ciudad capital, corroboré la ocasión propicia del hecho de intercambiar también conocimientos del orden técnico administrativo. Aquilaté asimismo el desempeño consciente de un grupo bien identificado. Un cúmulo de acciones a la postre permitieron valorizar el trabajo de cada uno con éxito. Jubilado, tras un corto desempeño en el Instituto de señoritas Belén.