Leonardo Boff no necesita tarjeta de presentación. í‰l junto a Gustavo Gutiérrez y quizá Enrique Dussel son, sin lugar a duda, los principales representantes del nuevo pensamiento latinoamericano. Diría que quizá sean los artífices de lo más original que se ha producido en esta parte del mundo. De no haber sido por la filosofía y la teología de la liberación quizá nada interesante se diría en el globo de Latinoamérica.
¿Pero de cuándo acá un libro de ética de Leonardo Boff? Esto fue lo que me pregunté cuando obtuve el libro. Porque la contribución de Boff ha sido capital más bien por el lado de la teología, la famosa teología de la liberación. Entonces, ¿qué hace don Leonardo ocupándose en estos menesteres? Divagando, ejercitándose, ensayando propuestas para un mundo que, según él, está urgido de una ética planetaria.
El libro no es extraordinario desde el punto de vista filosófico. Es decir, no es un texto que pueda servir para intentar entender más y mejor la ética. Aquí no estamos ante un nuevo Scheller o un Kant, sino ante un cristiano que desde su fe, aunque usando argumentos racionales, intenta exponer una preocupación y sugerir las soluciones que le parecen oportunas y propias para el mundo de hoy. ¿Quiere decir que el libro es malo? Absolutamente no. La obra me parece fascinante porque hace propuestas actuales e intenta tender puentes para que todos podamos comunicarnos.
El libro es pequeño, apenas 104 páginas, barato y lleno de reflexiones que bien podría usarse para reflexiones en clase, en retiros o simplemente para tener un documento del cual parte en una discusión de naturaleza ética. ¿Su argumento principal? Boff considera que las éticas tradicionales están agotadas por imperfectas y que si no se propone una ética más abierta al diálogo y abarcadora de las grandes polémicas actuales, vamos hacia la desaparición de la humanidad.
La obra cuenta con ocho capítulos. En el primero se aborda el tema de la necesidad urgente de un ethos mundial. Boff explicita los grandes problemas de la humanidad, todos ligados fundamentalmente al tema de la injusticia en el mundo, la pobreza, la mala distribución de la riqueza, pero especialmente, el grave problema del ambiente y la mala utilización de la tecnología. Afirma que tales dificultades están contribuyendo a hacer de este mundo un lugar inseguro e inhabitable.
«En realidad, para resolver estos tres problemas globales debería llevarse a cabo una revolución también global. Sin embargo, a nuestro juicio, el tiempo de las revoluciones clásicas habidas y conocidas pertenece a otro tipo de historia, caracterizada por las culturas regionales y los estados-nación. Para que fuera posible una revolución global, sería necesario que existiera una ideología revolucionaria global, con portadores sociales globales cuyo grado de articulación, cohesión y poder fuera tal que les permitiera imponerse a todos. Ahora bien, una situación así no se ha dado ni es probable que se dé en un futuro próximo. Y, mientras tanto, los problemas claman por soluciones; si no las hallamos, podemos llegar a lo peor».
Una vez planteados los problemas, en el capítulo dos se invita al uso de la nueva tecnología en el mundo globalizado para tratar de encontrar las claves de solución a las dificultades y propone la actitud de diálogo como disposición «sine qua non» para resolver los problemas prácticos de la humanidad.
«Al pensarse y constituirse como proyecto colectivo, esta compleja unidad no puede tener como única referencia el modelo occidental del ser humano blanco, adulto, científico-técnico, cristiano y secularizado, sino que debe incorporar otros elementos de la civilización, como el pluriétnico, el plurirreligioso, el femenino y la pluralidad de edades, entre otros. Pero ante todo, debe dar prioridad a la cuestión ética y moral, pues, como hemos visto, el equilibrio ecológico de la Tierra está amenazado (ecología ambiental) y la mayor parte de la humanidad sufre el peso de grandes injusticias sociales (ecología social). Es importante que construyamos una civilización planetaria que nos incluya a todos e impida la bifurcación de la humanidad (ecología integral) manteniendo conscientemente unidos los polos de la unidad y de la diversidad como valores complementarios (ecología mental)».
En el capítulo tres, Boff se entretiene con la distinción entre moral y ética. Explica cómo se relaciona la ética con la moral y desarrolla lo que él considera como los dos proyectos éticos de la modernidad. Este capítulo es interesante porque esquematiza la raíz y esencia de la modernidad y expone sus graves dificultades. Para el teólogo brasileño la salida ética del mundo actual, sólo es posible desde la negación de la postura racionalista y presuntamente subjetivista de la modernidad.
«Los cambios que se dieron en los tiempos modernos se relacionan con la forma de comprender el logos. í‰ste adquirió un carácter subjetivo. El portador privilegiado del logos (si no es que exclusivo) es el sujeto racional no la naturaleza. í‰sta es caótica (salvaje) y debe ser ordenada (civilizada) por la razón humana. La naturaleza es objeto y lugar de la libre acción del ser humano. Ante ella no hay que alimentar sentimientos de respeto o veneración; antes bien, como decía Francis Bacon, uno de los fundadores del paradigma moderno, la naturaleza debe someterse al lecho de Procusto. Hay que torturarla hasta que entregue todos sus secretos».
El capítulo cuatro es el más grande de todos y quizá el más valioso para la reflexión filosófica. Aquí se hace una síntesis de los principales sistemas éticos producidos por la filosofía y se rescatan los elementos positivos de cada uno. Salen a bailar este momento el utilitarismo social, las éticas del discurso, la ética basada en la naturaleza, la ética enraizada en las tradiciones religiosas de la humanidad, la ética basada en el pobre y, finalmente, la ética basada en la dignidad de la Tierra. Boff hace un «melange» interesante y propone lo que cree debe ser la senda de la nueva ética.
¿En qué para todo esto? En nada que no se haya dicho quizá hasta hoy. En que es urgente un «pathos» (un padecer con o una compasión) y un «cuidado» de la humanidad como plataforma ética para la solución de la crisis actual. Es decir, no se puede hablar de ética si no hay un cuidado de todo lo humano, pero también de la naturaleza y de los animales.
«Para salvar a la humanidad y a la Tierra es necesario transformar el pathos en un proyecto histórico que englobe la tradición del logos. El logos y el pathos deben ir de la mano. La cabeza y el corazón deben redescubrir que son dos dimensiones del mismo cuerpo, que son las dos caras de una misma moneda».
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