Como siempre ocurre, la variación de los precios del petróleo pone de manifiesto fenómenos que no se pueden explicar lógicamente y que demuestran la incapacidad del Estado para ejercer la función de control que hace falta para evitar abusos contra los particulares. En efecto, ahora que empezó a producirse una baja sensible en el precio del crudo en el mercado mundial, hemos vuelto a ser testigos de cómo las empresas que abastecen el mercado local son raudas y veloces para reflejar cualquier alza, pero se toman todo el tiempo del mundo para operar las rebajas cuando la tendencia es a que disminuya el precio.
Y todo ello con la eterna complacencia del Ministerio de Energía y Minas que, al margen de quién sea su titular, nunca se esmera por controlar las existencias reales de las petroleras para impedir que se desboquen a la hora de los aumentos y se paralicen a la hora de las rebajas. No puede ser que exista siempre la constante de que cuando hay alzas en el mercado mundial los depósitos en Guatemala están vacíos y, por lo visto, cuando hay rebajas, los depósitos parecen estar siempre pupusos porque pasan semanas sin que se refleje el beneficio para el consumidor.
Ya hemos dicho que un día de venta a precios inflados es una ganancia enorme adicional a la que normalmente les corresponde a las petroleras que ya es mucho. Y es que desde hace algunos días se produjo una reducción del valor del crudo, no obstante la amenaza de un huracán en el Golfo de México y la constante volatilidad del Golfo Pérsico, lo que confirma el valor de la especulación en todo este problema generado por el incremento mundial de precios que pudo iniciarse con el aumento de demanda planteado por China y la India, pero que generó la espiral posterior como resultado de la especulación porque está demostrado que hay suficiente capacidad productora para abastecer la actual demanda.
Y como en Guatemala mantenemos aún la política errónea de apuntalar a como dé lugar el valor del dólar frente al quetzal, no obstante que es evidente la baja de la divisa norteamericana frente a todas las monedas del mundo, pues el efecto es que tenemos que pagar una factura petrolera que se mantiene también artificialmente más elevada por esa equivocada política cambiaria dispuesta por la Banca Central del país.
Mayor razón, entonces, para que el Ministerio de Energía y Minas por lo menos obligue a las petroleras a que con la misma celeridad que suben sus precios, los bajen cuando en el mercado mundial la tendencia va en ese sentido.