«Fue un mensaje hacia las nuevas generaciones para que sepan que en Uruguay no se tolera la impunidad.»
Luis Puig, representante de la Central de Trabajadores de Uruguay en la Coordinadora por la Anulación de la Ley de Caducidad.
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Guatemala, al igual que otros países de América Latina, como Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay, cuenta dentro de su historia con una lista de miles de estudiantes, catedráticos universitarios, campesinos y campesinas, sindicalistas y otro tipo de líderes sociales, que sufrieron la tortura, desaparición y asesinato por mandos y manos militares.
Las Fuerzas Armadas dejaron por un lado su tarea de proteger a la población y fueron ejecutoras de la represión que el poder económico necesitaba para mantener su situación de bienestar. El informe Recuperación de la Memoria Histórica y los resultados de la Comisión de Esclarecimiento Histórico suman unas 250 mil personas asesinadas y 50 mil desaparecidas durante el conflicto armado interno. Ambas investigaciones señalan que más del 95 por ciento de los crímenes son responsabilidad del Ejército.
Ahora, y a través de todos los medios, el sector más tradicional del país intenta esconder bajo la alfombra los hechos del pasado. Proponen borrón y cuenta nueva para la construcción de la democracia, pero la recuperación de la memoria histórica y el reconocimiento de las responsabilidades, es el único camino para entender la realidad y asegurar a la población que cualquier acto que viole la dignidad de la personas no se quedará en la impunidad.
La decisión es política. Uruguay nos presentó un claro ejemplo esta semana. El ex dictador Gregorio ílvarez y el capitán de navío Juan Carlos Larcebeau fueron detenidos luego que se dictara el procesamiento de ambos por el delito de desaparición forzada.
Quienes resistieron a los golpes y a la picana eléctrica en las sedes que la dictadura militar instaló por todo el Uruguay, tendrán la seguridad que el Sistema de Justicia de su país cumple con el esfuerzo de eliminar la impunidad.
La situación es similar en Argentina, donde el ex comandante del Ejército, Cristino Nicolaides, fue condenado esta semana a 25 años de prisión por violaciones a los derechos humanos cometidas durante el último gobierno militar. Otros seis ex militares y un ex policía deberán permanecer en la cárcel entre 20 y 30 años por el mismo delito. El ex presidente Néstor Kirchner impulsó la investigación que permitió estas sentencias, y la ahora presidenta, Cristina Fernández, prometió continuar con esta política, lo que le valió los aplausos de las madres y abuelas de Plaza de Mayo en el acto donde asumió el mando.
Lamentablemente, debemos recordar que Guatemala no forma parte de Sudamérica. En nuestro país, las denuncias que se siguen contra ex integrantes del Ejército no reciben la importancia debida en el Ministerio Público, y las demás instituciones del Estado encargadas de administrar la justicia entorpecen cualquier intento por esclarecer los crímenes militares.
¿Defiende realmente la soberanía nacional la resolución de la Corte de Constitucionalidad que impide la detención de varios ex militares y civiles acusados por el delito de genocidio? ¿Hasta cuándo debemos esperar que las autoridades del Estado defiendan, en cambio, la dignidad de la población guatemalteca?