Se descubrió como escritora a través de otra persona. No era una cosa que particularmente le atrajera pero cuando tuvo la oportunidad de conocer a un famoso director de cine argentino, quien se convertiría en su primer entrevistado, no lo pudo evitar. Lo suyo – descubrió – era escribir perfiles.
Ni siquiera sabía el nombre correcto de ese género periodístico al que ella llamaba “texto integrado”, que en sus dedos terminó por ser incendiario en su vida. Según esta escritora argentina de 45 años los latinoamericanos somos buenos en la crónica, para ir más allá del básico describir con adjetivos rimbombantes.
Pero lo de Leila es especialmente llamativo. Su prosa tiende a ser cortante, a sugerir más que a decir. Para Guerriero los comienzos deben ser el cenit del texto, mantener la tensión es lo importante y el final no necesariamente debe ser un desenlace, “incluso puede completarse en la cabeza del lector”.
Compara su forma de escribir con un guión de acción. “Como la película La supremacía Bourne” – cuenta la escritora – “esa que empieza con una serie de imágenes en las que nadie entiende nada pero que atrapan y te dejan prendido al texto”. No suele seguir normas, mucho menos fórmulas, lo suyo es empezar de cero en cada artículo por eso leerla resulta semejante a un constante entrar y salir del cine.
Frutos extraños es el título del compendio de sus mejores crónicas. El libro, publicado por Alfaguara, es el producto de la inmersión que ha vivido en el mundo del periodismo.
En un conversatorio en Casa de América en Madrid, Guerriero confesó que cuando escribe no hace otra cosa que enfrentarse con lo que denomina el “monstruo de la curiosidad”, que no es nada más que ese picor extraño que le surge cuando ve un anuncio en la calle, un título de una revista, los temas aparecen de repente … imprevistos todos, pero para ella significan el inicio de una larga tarea.
“Soy lenta al escribir… con mi grado de imbecilidad no podría trabajar en un diario. Los periódicos necesitan gente rápida, con el músculo desarrollado, que cuenten las cosas en minutos”. En cambio Leila es amante de la corrección y de la planeación antes de sentarse a escribir. El ritmo, el fondo, los fundidos de los silencios, todos estos hacen que su escritura se convierta en un montaje de escenas. Lo que se define como periodismo narrativo.
Entre sugerencias – o mejor experiencias – de lo que para Leila ha significado hacer periodismo, surge el libro Frutos extraños.
Entre los consejos que suelta en su rápido hablar, con su pelo electrizado y mirada muy seria, Guerriero advierte a los participantes a la charla: “El que escriba puede ser malo pero el que corrija debe ser muy bueno”, la clave de los textos fluidos, un buen editor que no tema a la furia del periodista que se ha esforzado, tal vez extralimitado.
Por eso se somete a la “tortura” de la corrección. “Cada uno de mis textos tiene entre 25 a 27 versiones. La idea de quitar es la base de la escritura, siempre acompañadas de la fidelidad, o por lo menos, el no mentir conscientemente. Si uno recuerda una alfombra roja cuando en realidad es marrón lo importante es que no se elija por conveniencia… sería, en todo caso, un error inconsciente. Trato de dar poco lugar a la duda. Cuando entrevisto a alguien tomo notas, grabo la voz, hago fotos de los detalles que pueden alimentar mi texto, es una buena táctica”, enfatizó la escritora.
Una conclusión se desprende después de conocerla personalmente: detesta “el reino del lugar común” y, aunque no es una gran buscadora de nuevos temas, sí tiene la habilidad de sospechar que tras una noticia muy difundida hay algo que se calla entre líneas.
“Todos mis temas los saco de revistas o recortes de periódicos. En Buenos Aires hay quioscos con revistas que no han vendido desde los años setenta o así… Me gusta verlas, recortar los artículos y desarrollar los temas”.
Es ahí cuando se enfrenta al “monstruo de su curiosidad”, su propia curiosidad, a la que encara con las tres armas que usa para escribir un fulminante texto: “preguntar como quien no sabe, esperar como quien no tiene tiempo y estar como quien no está”.