El aprendizaje de la lectura y la escritura, es una actividad educativa que se inicia antes de primer grado de primaria para los niños que tienen esa oportunidad. Sin embargo, existen situaciones en Guatemala que demuestran que no todas las personas han tenido o tienen esa oportunidad.
Las estadísticas oficiales acerca de este tema y que determinan si una persona puede leer y escribir o no, es alfabeta o analfabeta, dicen que 28% de la población, no sabe leer y escribir. Si vemos las cifras entre hombres y mujeres adultos, en áreas urbana y rural, creo que la cifra es realmente mayor; y como dice en uno de los cuatro ejes del Plan Visión de País, Educación: «… erradicar el analfabetismo en jóvenes…» quiere decir que aún tenemos, además de un gran número de adultos analfabetos, un gran número de jóvenes menores de 18 años que son igualmente analfabetos. Si analizamos que el 50% de la población es de 18 años o menos, y que de esa población, alrededor de 50% en edad escolar no asiste a la escuela, entendemos por qué se ha incluido ese punto en ese eje de ese Plan; hay muchos analfabetos entre los jóvenes. Otro aspecto que tenemos que tomar en cuenta es el ANALFABETO FUNCIONAL. El joven o adulto que si sabe descodificar letras y palabras y en forma muy lenta y fragmentada lee una oración, no tiene COMPRENSIí“N de esa descodificación, no encuentra sentido para su persona. Peor es aun el analfabeto funcional que tiene un diploma de haber terminado exitosamente las clases de alfabetización y como no tiene la NECESIDAD de utilizar sus nuevos conocimientos en algo significativo para él, va perdiendo ese conocimiento hasta ya no recordar la forma de descodificar un texto. Sabe escribir su nombre pero nada más. ¿Cuántas de esas personas hay en Guatemala? En departamentos como Alta Verapaz, Quiché y Huehuetenango, hablan de que hasta un 70% de las mujeres no son alfabetas. ¿Cuáles son entonces los números reales?
El 3-12-2,002, publiqué en Prensa Libre un artículo titulado «Educación ¿Por qué?, ¿Para qué?» Precisamente hablando de la alfabetización digo: «.. habrá que discutir cómo se aplicarían dos conceptos expresados en las siguientes frases: Dada la oportunidad… y significado personal». Si tengo la oportunidad de aprender a leer y escribir, pero no tengo donde usar los conocimientos después, me pregunto ¿Por qué voy a gastar mi tiempo yendo a clases?, ¿Para qué hacer ese esfuerzo si no me beneficiaré en algo?, ¿Dónde está el seguimiento? Son preguntas que hay que considerar seriamente.
El proceso de alfabetización no es del exterior hacia el interior de la persona por medio de materiales comunes (nivel nacional) elaborados por oficinistas; ha de iniciarse centrado en la persona como sujeto íšNICO con su propia IDENTIDAD (todos los aspectos) y desde ese enfoque se inicia la investigación sobre qué conceptos expresados en palabras, deben ser usados en esa comunidad (universo vocabular). El ejemplo que me viene a la mente es la palabra «Luna». En muchas comunidades indígenas, esa palabra tiene un significado especial para sus pobladores. La Luna llena significa la época para sembrar y cosechar su maíz, frijol, verduras, etc. La Luna tiene significado en la medicina también.
Ese ejemplo ilustra la importancia de buscar un estímulo con sentido personal para las personas participantes en un proceso de alfabetización. Pueden hablar sobre el significado para ellos en lo personal y para todos en la comunidad. Cuando se divide en sonidos (algunos les llaman sílabas, fonemas o familias), la, le, li lo, lu y na, ne, ni, no, nu, los asistentes realmente actúan y PARTICIPAN en la búsqueda de símbolos escritos que visualizan lo que han estado hablando; hay una constante creación. Como ejemplo: «ni la nena». La creatividad lo lleva terminar en un concepto de oración y al inicio del proceso de la escritura.
Si no hay en qué utilizar lo aprendido en un beneficio personal, ¿Para qué aprender?