Lecciones y costos polí­ticos


Gracias al espacio que me ofrece el Diario La Hora, he ido esbozando algunos de los aspectos que tocan a la parte de la lucha clandestina en que estuve involucrado, y a lo que me ha correspondido hacer después de la firma de la Paz. Es oportuno indicar que en esta columna me he referido, también, a algunas cuestiones teóricas y prácticas de la lucha revolucionaria, que no son sino como las ideas iniciales a completar en un esfuerzo elaborativo, crí­tico y autocrí­tico, de mayor alcance y cuya primera de tres partes espero culminar en el curso del presente año y publicarla por aparte.

Ricardo Rosales Román

En la columna de la semana anterior (que se publicó en dos partes, el jueves y viernes, y no el miércoles, como es habitual), dejé pendiente de desarrollar lo referente a tres de los errores que en mi opinión gravitan polí­ticamente en mi contra desde hace diez años. El primero de ellos fue la disolución del PGT acordada por el CC en abril de 1997. Traer a cuenta algunos antecedentes, permitirá establecer los problemas y complejidad de la lucha a favor de la unidad y ubicar lo resuelto en el contexto del momento en que se dio, las consideraciones que se tuvieron para decidirlo y lo que significó en lo organizativo, ideológico, polí­tico, teórico y práctico.

A partir de 1974, se dieron dos escisiones al interior del PGT. La primera tuvo lugar en 1978 y la encabezó el compañero Mario Sánchez. Contó con el apoyo de un destacado integrante de la CP del CC, así­ como por quien habí­a sido designado para estar al frente de la Comisión Militar del partido. Este reagrupamiento partidario se constituyó como el Núcleo de Dirección Nacional del PGT (NdeDN). El surgimiento de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), se anunció en febrero de 1982. De este importante y trascendental esfuerzo unitario, encabezado por el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), y la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), pasó a formar parte del Núcleo.

En tales condiciones, su situación era inmejorable. Todo indicaba que su proyecto podrí­a concretarse alrededor de las tareas revolucionarias unitarias a cargo de URNG. Sin embargo, dos años después, el Núcleo empezó a dar muestras de sus limitaciones teóricas y prácticas para concretar sus planes. En ello influyeron, además, los golpes que le inflingió el enemigo y los descuidos de seguridad en que incurrió su dirección así­ como la deserción de su jefe militar, quien pasó a formar parte de los aparatos represivos y de terror del gobierno. Posteriormente, el Núcleo dejó de formar parte de URNG.

Luego de superar el distanciamiento hasta entonces existente entre el Núcleo y el Comité Central a mi cargo, a mediados de 1986 ambas dirigencias nos avocamos a un proceso de reunificación de los comunistas en un solo partido. El esfuerzo culminó con dos documentos en que se sientan las bases ideológicas y polí­ticas, orgánicas y prácticas, para la reunificación. Dos años después, el Núcleo se apartó de lo convenido a causa de su oposición a cómo se vení­a concretando la reincorporación de los comunistas guatemaltecos a URNG.

En 1984 ocurrió la segunda escisión que dio lugar a la formación de otro reagrupamiento encabezado por el compañero Carlos Cárdenas, quien hasta el 6 de enero de aquel año era miembro de la CP del CC del PGT. En torno al 6 de Enero hicieron causa común varios integrantes de la CP del CC, un buen número de cuadros de la JPT, estudiantes universitarios y militantes urbanos y del interior del paí­s. Los argumentos esgrimidos eran que el Comité Central no estaba en capacidad de llevar a la práctica las tareas de la Guerra Popular Revolucionaria. Lo que no se reconoció entonces fue la oposición del 6 de Enero a la unidad en torno a URNG y su proyecto de conformar un reagrupamiento unitario alternativo alrededor de Octubre Revolucionario (una escisión del EGP).

Hasta el fallecimiento del compañero Mario Sánchez, el Núcleo de Dirección Nacional logró sobrevivir en medio de dificultades de todo tipo. Mantuvo su oposición a no participar del proyecto unitario en la legalidad. El 6 de Enero se disolvió y autorizó a sus militantes para que se incorporaran a la vida legal. No se habí­a firmado la paz. De Octubre Revolucionario, luego del fallecimiento de su dirigente principal, el compañero Mario Palleras, no se volvió a saber nada.

El Comité Central, por su parte, persistió en el esfuerzo por concretar su proyecto unitario y pasar a formar parte de URNG, el que se llegó a concretar a finales de 1988 y dado a conocer a principios del año siguiente.

Entre otras, dos son las lecciones principales que deja lo anteriormente descrito. La primera es que ambas escisiones debilitaron orgánica, ideológica y polí­ticamente a los reagrupamientos conformados y a la organización de la que se escindieron. Y, la segunda, es que los recursos, medios y fuerzas se dispersaron y, en la práctica, fue imposible una coordinación y dirección polí­tica y operativa.

En una situación así­, fue más fácil para el enemigo golpear a cada reagrupamiento por separado con los elevados costos que nos ocasionó a todos. (Continuará)