La historia, creo yo, está llena de vidas. Son las que la forjan y así, pueden ser páginas del pasado que nos demuestren que así como pudo existir un Hitler, también, como hombre y líder pudo existir un Jesucristo. Son realidades contrastantes que van quedando, según sea su importancia, en páginas de historia o en páginas de olvido, dependiendo también de cómo vemos nosotros mismos a la historia.
Guatemala es un país paradigmático, extraño, fuera de serie, tenemos Nobel de Literatura y cientos de miles de analfabetos, una premio de la paz, en un país de los más violentos del mundo; escasísimos funcionarios honrados, sobre todo a partir de 1954, contrastando con una inmensa mayoría de corruptos y ladrones que gozan abiertamente de la impunidad sin que exista una JUSTICIA PROPIA, NUESTRA, QUE SE APLIQUE A TODOS POR IGUAL.
Casos recientes: el del licenciado Rodrigo Rosenberg cuya muerte fue investigada y supuestamente aclarada por un organismo internacional: la CICIG a la que el Ministerio Público sólo le sirvió de acompañante y el otro caso, el del ex presidente Alfonso Portillo quien desde que vino al país gozaba de la «dolce vita» pese a tener acusaciones muy fuertes, gracias a que un juez ¿juez?, le fijó una irrisoria suma por sacarlo libre. (Irrisoria para él claro). Tuvo que intervenir el poderoso gobierno de nuestra nueva madre patria los Estados Unidos, para que la CICIG, el MP y todo el aparato de seguridad actuara con una diligencia digna de envidiar que ojalá se aplicara para los miles de casos de funcionarios corruptos que siguen disfrutando del dinero robado y de su libertad.
Se necesita pues, que actúen extranjeros para que el sistema de seguridad y justicia se vuelva eficiente. ¡Qué tristeza!
En el caso de Portillo la situación tiene aún un doble mensaje. En efecto, como los Estados Unidos, y como todos nosotros, tienen desconfianza en que los jueces le impongan una pena acorde a las pruebas y evidencias encontradas, prefieren llevárselo a su país, en donde, si bien la justicia es lenta, al fin llega. Están haciendo lo que hacen con otro tipo de criminales como los narcotraficantes que son capturados en otros países y sin más trámite los mandan al norte para que se les juzgue rápidamente y se les meta al bote, en tanto, inmigrantes honrados son sacados a patadas porque hacen «perjuicio» a esa nación. Esas son lecciones que da la vida.
Pero la lección más importante del caso de Portillo no es sólo su captura en sí, sino que se está enviando un mensaje para que aquellos que roban al menos pongan sus barbas en remojo porque aparentemente, gracias a los extranjeros que nos ayudan, la impunidad parece ir perdiendo terreno.
Y al hablar de robar no me refiero sólo a los funcionarios, sino a los empresarios que confabulan para repartir «comisiones» (mordidas), para agenciarse de obras que o no inician o no terminan o proporcionan suministros con precios sobrevalorados.
Desde el punto de vista jurídico, Portillo tiene que enfrentar dos procesos, uno por peculado que lo siguen los tribunales guatemaltecos y en donde lo acompañan algunos de sus antiguos colaboradores, especialmente militares y el otro, que en sentido estricto no es un proceso sino un trámite incidental que también seguirán los tribunales, para ver si conceden o no la extradición solicitada. En ambos casos están jueces de por medio y así como no todos son ejemplo de corrupción y propiciadores de la impunidad, tengo mis dudas de que el pisto corra y la resolución se quede chiflando en la loma. Lo único que da un poco de esperanza por supuesto que no es la honestidad que «inunda» al sistema de justicia, sino que atrás de todo está la CICIG y el gobierno del Tío-papá Sam, con quienes no todos tienen el valor de meterse aunque haya mucha plata de por medio.
Mucha gente cree que éste será un proceso rápido, ¡mamolas! Primero lo juzgarán y si al caso es «procedente» lo sentenciarán aquí y luego, también si los jueces lo juzgan «procedente» se concederá la extradición que se ejecutará después que haya cumplido su sentencia en Guatemala (si es que lo sentencian repito) y si no hay fuga de por medio, gracias a quienes serán «aceitados», con el dinero hueveado.
Así que chapines y en especial los zacapanecos, todos podemos esperar sentados, aunque el solo hecho de capturar un ex presidente acusado de malos manejos ya es en sí mismo un avance cierto para pensar que nadie es superior a la ley y surge una esperanza real de que muchos otros que andan tan campantes por la calle porque nunca fueron enjuiciados, porque gozan de medida sustitutiva, porque se fugaron y ¡el colmo!, porque obtuvieron su libertad ANTES de cumplir su condena por BUENA CONDUCTA, vuelvan a la cárcel. ¡Imagínese usted!…