Leal… pero no incondicional


francisco-reyes

Desde mis inicios en la dirigencia estudiantil de la Universidad Rafael Landívar, en mi militancia en las juntas directivas de la Cámara de Comercio, CACIF, incluyendo dos veces su presidente, y mis cuatro años -en dos distintas oportunidades en Amigos del País, al igual que los cinco años de representante titular patronal en el Seguro Social, así como desde el primer día en que milité en la formación del Frente Republicano Guatemalteco, del que también fuera miembro del comité ejecutivo y presidente del consejo político, siempre fui taxativo en indicar que había sido educado en el seno de mi familia, en el Colegio San Sebastián, en la Escuela Militar General Bernardo O´Higgins, en Chile, como una persona leal pero nunca incondicional.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com


La lealtad está definida, en el diccionario de la Real Academia Española o en cualquier enciclopedia, como un valor sin el cual estamos perdidos. La lealtad es una virtud que desarrolla nuestra conciencia, es una obligación hacia los demás y lo contrario a ese valor es la traición.

En esencia, la lealtad es amistad, compañerismo; nos permite seguridad dentro de las luchas que se producen en la sociedad, saber que nuestra espalda está resguardada por esa virtud; sin embargo, no puede ser incondicional por cuanto incondicionalidad implica el ser adepto a una idea, a una persona o a un grupo sin limitación o condición de ninguna naturaleza y ello no puede ser aceptado por un ser racional, mucho menos por una persona inteligente.

El ser leal conlleva expresar, si así procede, el desacuerdo en una junta directiva, sea de la Cámara de Comercio, CACIF, IGSS o dentro del seno del comité ejecutivo de partido, ya no digamos en el pleno del Congreso, donde el diputado debe ser políticamente leal y representante de la voluntad de quienes lo eligieron, no incondicional, igual debe serlo en el Gabinete de Gobierno.

La mayoría de los ejércitos del mundo, dentro de los principios de formación, imbuyen la lealtad, el compañerismo, eso hace que en un conflicto bélico sus miembros se apoyen hombro con hombro, espalda con espalda, en base a la lealtad no se produzca la traición o deserción. Sin embargo, en la función pública, especialmente a nivel de Presidencia, Vicepresidencia y Gabinete, la lealtad implica tener la entereza de analizar y razonar los planteamientos y las acciones que se van a ejecutar por cuanto el bien común es el objeto que busca el buen gobierno. Si por cualquier circunstancia un ministro se origina de un grupo de poder y pretende que su actuar y opinar sea para servir al grupo que lo propuso o proviene, ese ministro no es leal porque está siendo incondicional al interés particular y en ningún caso al interés general.

Con quienes compartí en la dirigencia del sector empresarial pueden recordar y dar fe de mi capacidad de trabajo, de mi búsqueda de superación, más no pueden señalarme de haberme subordinado incondicionalmente para ser algo que contradijera la lealtad o traicionara los principios necesarios para que Guatemala progrese de forma general y no de forma particular, mucho menos puede alguien decir que en mis años de militancia política partidaria mi actuar fue desleal en las dos veces que fui diputado, en los años que fui fiscal ante el Tribunal Supremo Electoral, ya no digamos en los cuatro años que fungí en el cargo de Vicepresidente o en las veces que me desempeñé como Presidente en funciones. Los miembros del Gabinete siempre escucharon mi análisis crítico y concreto, leal no incondicional.  La lealtad primero que nada es al país, a la patria que nos vio nacer. Guatemala es primero.