La gira de George W. Bush por América Latina hará que los países anfitriones jueguen sus propias cartas para obtener algún beneficio económico de la visita del presidente de Estados Unidos, a pesar de la controvertida imagen que tiene en la región.
La gira de Bush del 8 al 14 de marzo estará pautada por encuentros estrictamente bilaterales, cuyas agendas estarán dominadas por el tema comercial en Brasil y Uruguay, el narcotráfico y la seguridad en Colombia y la delicada cuestión migratoria en Guatemala y México.
«Aunque no tengan las mismas expectativas, esos países comparten la misma certeza: la mejor manera de defender su futuro es fortalecer sus relaciones con Estados Unidos», explica a la AFP Adolfo Garcé, profesor en el Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República en Montevideo.
Los intercambios entre el gigante norteamericano y los países latinoamericanos batieron un nuevo récord de 555.000 millones dólares el año pasado, con México a la cabeza, es decir un aumento de más de 14%, según un informe de Latin Business Chronicle.
La mejora reaviva las controversisas en el Mercado Común del Sur (Mercosur), en el que el gobierno uruguayo no se contenta con la pequeña porción del pastel que le toca en suerte y coquetea con la firma de un Tratado de Libre de Comercio con Washington.
El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, reconoció incluso a sus socios del Mercosur (Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela) la «libertad de cada país de hacer negocios de acuerdo con sus intereses soberanos».
La visita de Bush hace resurgir así las divisiones, tanto más cuanto que su presencia en Montevideo coincidirá con la del venezolano Hugo Chávez, a la cabeza de la retórica anti-estadounidense, en Buenos Aires, del otro lado del Río de la Plata.
«Fuera Bush», «Bush asesino»: los graffitis invadieron los muros de la capital uruguaya, mientras que el diario La República anuncia en portada la llegada al país de un «depredador».
«La mayoría no acepta la llegada de este jefe de Estado debilitado sobre todo después de la guerra en Irak. Temen que eso dañe el proceso de integración» sudamericano, destaca Garcé, para quien la visita de Bush puede dejar «cicatrices».
Recibir a Bush otorga «poco prestigio», sobre todo después de la ola de triunfos electorales de izquierda en la región, pero todos los dirigentes están dispuestos a «correr un riesgo político a cambio de un beneficio económico», añade este experto en relaciones internacionales.
No hay tanta agitación, en cambio, en Colombia, aliado incondicional de Estados Unidos, y que sólo espera la confirmación de un Tratado de Libre Comercio y que se renueve la generosidad del Tío Sam.
Primer productor mundial de cocaína, Colombia recibió un apoyo financiero de 5.000 millones de dólares desde que se puso en marcha en el año 2000 el Plan Colombia, y en la actualidad aún recibe 600 millones anuales en concepto de lucha contra el tráfico de drogas y las guerrillas.
Más matizado frente a Washington, el nuevo presidente conservador mexicano, Felipe Calderón, que sueña con «asumir un liderazgo» regional, quiere recuperar el brillo perdido de su diplomacia.
La visita de Bush le permitirá insistir en su oposición al muro fronterizo para frenar la inmigración ilegal que construye Estados Unidos, donde viven clandestinamente 5 millones de mexicanos y un millón de guatemaltecos.
«Pienso que sería mucho más útil para poder reducir la migración, construir un km de carretera que 10 km de muro», advirtió Calderón, quien aspira a orientar la ayuda estadounidense hacia un plan de desarrollo en México.