Las ví­ctimas inocentes de la violencia


Alan Bryan Cartagena (I), de 18 años, era reconocido como un joven lí­der entre sus compañeros de la Escuela en la zona 12. FOTO LA HORA: CORTESíA

El 21 de Septiembre se conmemoró el Dí­a Mundial de la Paz; en Guatemala resulta difí­cil festejar esa fecha, pues los crí­menes continúan en ascenso… todos los dí­as se tiñen con la sangre de los que fueron asesinados.

Mariela Castañon
mcastanon@lahora.com.gt

Alan Bryan Cartagena, segundo de izquierda a derecha, fue asesinado cuando salí­a de la escuela. FOTO LA HORA: CORTESíARoberto Zepeda se ganaba la vida honradamente como payaso en eventos infantiles. FOTO LA HORA: CORTESíARoberto Zepeda Montenegro, de 33 años, fue herido en mayo en El Progreso, y desde entonces está recluido en el San Juan de Dios. Pese al sufrimiento, aún da gracias a Dios por haber sobrevivido. FOTO LA HORA: Fí‰LIX ACAJABí“N

Diariamente mueren en el paí­s al menos 16 ciudadanos guatemaltecos por diversas circunstancias; sectores como el sector femenino, los trabajadores del transporte público, la juventud y la niñez han sido los más golpeados.

Aunque el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) en su reporte anual, únicamente cuantifica a los fallecidos en el momento, se cree que en los hospitales públicos y privados muere otro porcentaje, ya que en varias ocasiones los heridos ingresan en estado agónico.

Por otro lado, están aquellas personas, ví­ctimas de una bala perdida, un asalto, una confusión, o «casualidad», quienes deben recuperarse en un hospital.

Cientos de familias guatemaltecas deben enfrentar la pérdida de un ser querido, o en su defecto, deben buscar los mecanismos fí­sicos y económicos para cuidar del enfermo, producto de un hecho violento.

El dolor y la indignación de los familiares o conocidos de una persona muerta o herida es visible, ellos claman por justicia, en medio de la consternación e incertidumbre.

«PERDIMOS UN LíDER»

El recuerdo de Alan Bryan Cartagena, de 18 años, considerado como un «joven lí­der», quedará en la mente de aquellas personas que lo conocieron y que fue asesinado el pasado martes cuando salí­a de la Escuela Formal Alternativa Luz y Esperanza, de Grupo Ceiba, ubicada en la 3ª. avenida y 52 calle de la Colonia Villalobos, zona 12.

El dolor y el temor, prevalece entre los jóvenes y jovencitas que reciben clases en ese establecimiento, quienes se refugian en el lugar que les permite alejarse de la violencia a la que están expuestos.

Las esquirlas de bala y las manchas de sangre que quedaron en el suelo, delatan que allí­ se cometió un asesinato, que segó la vida de un «joven con futuro», indican catedráticos.

Según Silvia Lucrecia de León, directora de la escuela, este acontecimiento afectó a los padres de familia, a los catedráticos y principalmente a los estudiantes, que son jovencitos que viven en áreas marginales del paí­s y que buscan una oportunidad de formación educativa.

A decir de la profesional, la mitad de estudiantes (cien) de bachillerato y diversificado se ausentaron de clases, tras la muerte de Alan.

«Era un lí­der talentoso, buen dibujante y defensor de los derechos de la mujer», afirma la educadora, quien lamenta la muerte del joven que ofrecí­a su tiempo para trabajar en talleres deportivos y de prevención con otros jóvenes en riesgo a involucrarse con pandillas.

Aunque muchas versiones se ofrecieron cuando murió Alan, entre éstas que falleció por una riña entre sus compañeros, la catedrática señala que es triste que se difunda información sin fundamento, pero es peor aún que se califique de pandilleros a los jóvenes por vivir en un área marginal.

Felipe Garcí­a, del Movimiento Social por los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Juventud en Guatemala, coincide con esto, y califica de «injusta» la estigmatización para la niñez y juventud que vive en esas zonas.

Garcí­a por ello, condena este y todos los asesinatos en contra de la juventud y la niñez guatemalteca, pues en lo que va del año han muerto 345 niños y jóvenes violentamente.

«GRACIAS A DIOS ESTOY VIVO»

«Me recupero con esfuerzo, pero gracias a Dios estoy vivo», dice Roberto Zepeda Montenegro, de 33 años, quien fue herido, el pasado 8 de mayo en Sanarate, El Progreso.

La ví­ctima relata que él es una persona con suerte, pues aunque vio de cerca la muerte logró vivir, a pesar de los disparos que recibió esa noche de mayo.

Según él, salí­a de un restaurante a las 19:30 horas junto a un amigo, cuando varios individuos se les acercaron y les exigieron sus pertenencias, el hecho de ver armados a sus victimarios, causó en su persona una reacción de terror, que lo orientó a tratar de huir, sin embargo, lo único que causó fue la ira de los delincuentes que le hicieron varios disparos por la espalda, que le traspasaron los intestinos.

Aunque Zepeda, dice no recordar nada más, señala que esa situación le afectó mucho, no sólo por su lenta recuperación en el Hospital San Juan de Dios, sino por la lejaní­a con sus seres queridos, que no pueden visitarlo constantemente.

La ví­ctima reconoce que estos meses han sido difí­ciles en dicho nosocomio, sin embargo, dice sentirse agradecido con Dios por haberle dado una segunda oportunidad de vida, pues aunque vio de cerca la muerte, tiene el regalo de contar con ese don tan preciado que hoy más que nunca lo valora.

Luz Angélica Estupe, de 30 años, esposa de Zepeda, dice que ella junto a sus niños de 1, cinco y 10 años, esperan con ansiedad el regreso de su esposo, pues la lejaní­a les ha impedido vivir como la familia que eran, asimismo destaca, que aunque los meses de separación por la recuperación de su esposo han sido difí­ciles, ha sentido el apoyo de personas de noble corazón, como los compañeros de trabajo de Zepeda, que laboran en un taller de estructuras metálicas y que realizan rifas para ayudar económicamente a esta familia, que también se convirtió en otra ví­ctima de la violencia.

VIOLENCIA Exigen el cese


Varias organizaciones e instituciones que velan por el respeto a la vida manifiestan su preocupación por la ola de violencia que sacude al paí­s y exigen al Gobierno las garantí­as de protección para los ciudadanos.

Mario Polanco, del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), reitera su preocupación por el flagelo que parece no terminar, pues a su criterio, las pérdidas humanas en lugar de disminuir se incrementan a diario.

A decir de Polanco, el Gobierno ha sido incapaz de garantizar a la población las garantí­as de protección necesarias para que pueda vivir en paz, la situación se ha recrudecido y la violencia no ha sido controlada, indica.

El Procurador de los Derechos Humanos, (PDH), Sergio Morales, coincide con Polanco, ya que afirma que es el Estado quien debe procurar el derecho a la vida de todas las personas, tal como lo manda la Constitución Polí­tica de la República.

Según Morales, es importante se busquen los mecanismos para detener dicha problemática, que enluta a cientos de familias y que no permite que los ciudadanos vivan en paz.

Por su parte, las autoridades de Gobernación, señalan que trabajan para reducir la ola delincuencial y violencia, aunque reconocen que este tema es uno de los más difí­ciles, indican que cuentan con estrategias para sobrellevar la situación.

Según los representantes de la Cartera del Interior, la graduación de más agentes policí­acos será una herramienta útil para proteger la vida de los guatemaltecos, además, a través de los ascensos que a partir del jueves dirigen las comisarí­as y subestaciones de todo el paí­s, lograrán realizar estrategias que permitan mejores resultados en el tema de seguridad.

Las investigaciones en contra de bandas organizadas continúan, afirma la Policí­a Nacional Civil (PNC), pues a través de esto se han capturado a delincuentes que participan en secuestros, extorsiones y otros actos ilí­citos, sin embargo, los investigadores, refieren que el tema de delitos contra la vida, es uno de los más difí­ciles de controlar, ya que varios sectores están interesados en desestabilizar a la población, por medio de las muertes que infunden terror.