Las tarjetas de crédito y sus trampas


Vayan estas lí­neas como una advertencia a quienes como yo, tienen y hemos tenido necesidad de hacer uso de este útil, pero muy arriesgado y peligroso, medio de pago de bienes y servicios, invento de las finanzas modernas.

Antonio Sandoval Martí­nez

No hay duda que utilizando éste, como digo, útil medio de pago, se evita uno de andar cargando innecesariamente dinero en efectivo, para frustrar las intenciones de los maleantes, ladrones, carteristas y otros bichos que nos rodean continuamente en estos lugares en donde la delincuencia tiene a la ciudadaní­a honrada prácticamente de rodillas sin que el actual gobierno- menos que cualquier otro-, o las anteriores administraciones o las que sigan a estas autoridades que desastrosamente nos rigen puedan o quieran poner un «hasta aquí­» a estas ya rutinarias situaciones sin que los ciudadanos honestos, los más- afortunadamente todaví­a- podamos hacer absolutamente nada, a menos de tener que llegar al extremo de tomar la ley en nuestras propias manos y emprender una campaña de exterminación de los maleantes, en la cual se tendrí­an que «ir justos por pecadores» y entrar a vivir a una situación verdaderamente selvática, cosa a la que nos están orillando estos bandidos que más tarda la policí­a en aprehenderlos que los jueces en soltarlos, dando lugar a que estos delincuentes lleguen a acumular entradas- y salidas- de las prisiones como para lograr «récords» dignos de figurar en Ripley o en cualquier «libro de récords» . ¡Increí­ble, pero cierto!

Sin embargo, poco consuelo hay en no tener que cargar dinero en efectivo, pues si uno carga su libreta de cheques, los ladrones le sustraen a uno las mismas o simplemente unos cuantos cheques y de alguna manera, medio falsifican la firma haciendo cualquier garabato y le limpian a uno su ya de por sí­, desinflada cuenta, pues los bancos «tienen la polí­tica» que si el garabato a guisa de la firma de uno, tiene un parecido del 80% a dicha firma, pues lo pagan en el acto, sin que necesariamente sea de Q5 mil o mayor la suma por la que está hecho el documento, como recientemente me ocurrió a mí­ en dos bancos del sistema. Y, realmente no puede uno culpar a los cajeros que han sido sorprendidos en su buena fe por los amigos de lo ajeno, pues ellos simplemente están siguiendo instrucciones de la institución para la cual trabajan, sin necesariamente ser cómplices de cualquier mala acción de los pí­caros.

E igual cosa puede ocurrir con las mentadas tarjetas de crédito- o de débito, para el caso- con las cuales sorprenden a quienes venden bienes o prestan servicios que pueden ser pagaderos con estos «dineros plásticos».

Pues, entonces ¿Qué queda por hacer para resguardarse uno de los pillos que abundan alrededor nuestro cada dí­a más y más?

Continuará