Las “tachas” como criterios de selección


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La honorabilidad de la persona constituye un cúmulo de valoraciones que se van construyendo con la vida y que la vida misma también demuestra que ese atributo puede ser magnificado, así como puede ser pisoteado fácilmente en función de intereses espurios, en el uso de la diatriba como rumor sordo, en la descalificación como premisa, en la estigmatización por ideología, en el “lenguazo” perpetrado con ponzoña, para dañar prestigios, honorabilidad y decencia.

Juan José Narciso Chúa


Estas son situaciones que en la vida constituyen hechos comunes en donde por diferentes formas las personas sufren de ataques virulentos para dañar, para desprestigiar, para hacer a un lado, para sacarlo.  Quién de nosotros no ha sufrido ante vituperios, calumnias y chismes mal intencionados pero propagados para erosionar, para socavar, para hundir toda una existencia construida con esfuerzo y en mucho tiempo.  Poco basta para que aquella persona que tenía un comportamiento ejemplar pueda convertirse en un auténtico paria ante un grupo de trabajo, la familia, la pareja o ante la sociedad en un santiamén.

Al final estos recursos bajos, que apuntan al daño permanente, provienen de espíritus pobres que únicamente buscan botar al contrincante, sacarlo de aquel halo de honorabilidad que tejió poco a poco, aquella condición de buen trabajador hecha con sacrificio, aquella posición de buena persona, se puede acabar fácilmente, con el apoyo irrestricto de esos personajes que se ocultan en las sombras, que utilizan el chisme permanente, que utilizan información y la tuercen a su favor o en contra de su rival, principalmente de aquellos que se ocultan en el anonimato, que usan el chisme como arma letal para dañar a otra persona.
No dejan de haber aquellos que también utilizan el sistema judicial para conseguir la revancha, la venganza y ante juzgadores o fiscales venales se concluye en un arresto doloroso, cuando podía haberse resuelto sin llegar a instancias jurisdiccionales, pero estos espíritus pobres se pavonean de haber conseguido una acción de detención y ven a la persona como una auténtica pieza de caza.
Hoy hay muchos funcionarios que se les ha comprobado lavado de dinero e ilícitos conexos, pero son aquellos que cayeron en desgracia, la mayoría de exfuncionarios, incluidos presidentes y vicepresidentes serían presa fácil de hallazgos que los condenarían a varios años en las cárceles, pero hoy son auténticos ciudadanos que se sacrifican por el país, enormes y decentes empresarios que fincaron sus fortunas a través de los recursos del Estado.  Estos son auténticos delincuentes y la impunidad los mantiene de vacaciones permanentes.
En el caso de las Comisiones de Postulación, la “tacha” resulta cuestionable, pues cualquier incidente, accidente o falta, puede traer al traste una candidatura.  Se usan hasta hechos absurdos y propios de pasajes de la vida como la juventud, en donde todos hemos cometido algún exceso.  La “tacha” se convierte en la comidilla diaria, en donde las personas cuales antropófagos se comen por pedazos a aquella persona que resulta incómoda, a aquella persona que decentemente ha hecho su trabajo y que es imprescindible sacar.
Este es el caso de la actual Fiscal General, la licenciada Claudia Paz y Paz, a quien reitero no conozco, pero me merece mi respeto y admiración porque ha tenido la valentía de enfrentar al “establishment”, haciendo ver que su trabajo es para todos los ciudadanos y no sólo para aquellos que tienen ningún respaldo económico, que poseen status social, o aquellos exitosos políticos que hoy son honorables empresarios, pero saben bien que están llenos de podredumbre y de dinero de los contribuyentes o aquellos militares que tienen las manos manchadas de sangre.  Buen trabajo, señora Fiscal General, demostró su valía como funcionaria proba, decente y alejada de las presiones de las élites.