Las sinfoní­as de Antón Bruckner II


celso

Continuamos con las sinfoní­as de este gran compositor alemán y como un homenaje de amor a Casiopea, esposa dorada, en quien mis venas vací­an su sangre en sus ánforas élficas y en donde el llanto la designa aurora apasionada y alrededor de quien giro absorto pensando en sus noches de astros y en quien muero impaciente de sed y martirio. Veamos, en primer lugar, los dos últimos movimientos de la Tercera Sinfoní­a:

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas. Venezuela.

 


III.  Como en la mayor parte de los Scherzo de Bruckner, este recuerda sus orí­genes campesinos, el pueblo invita al baile, no de una manera realista, sino visionaria. Después de algunos intentos de los violines y de los pizzicati de los bajos, la orquesta ataca indecisa tras unos compases; sin embargo, la danza irrumpe en toda su plenitud con un ondulante motivo en intervalos temerarios, que abarcan las cuatro cuerdas. El movimiento ondulante se acentúa; al disminuir, los violines emprenden un Landler. cuya imagen virtual se refleja deformada en el oboe. Este último pasaje podrá considerarse como Trí­o, pero en realidad este sólo comienza con el picaresco diálogo entre las violas y los primeros violines, adornado con los agradables pizzicati del resto de la cuerda.
IV.   El Alegro final con las inquietas corcheas cromáticas de los violines, que se revelan como figuras de acompañamiento cuando la trompeta introduce como idea fundamental la cólera de Wotán (Walkiria. III. 2). El segundo tema (en fa sostenido mayor) es una polka con un coral como contrapunto Bruckner ha explicado este pasaje de la siguiente manera: «En una casa hay una fiesta, un gran baile. Al lado, el dueño, -un amigo de Bruckner- se encuentra amortajado. Así­ sucede en la vida, y esto es lo que he querido describir en el final de mi Tercera Sinfoní­a. En el corlo desarrollo figuran los dos temas del primer tiempo, terminando con un pací­fico episodio que recuerda el principio de la Sinfoní­a en do mayor, de Schubert». El coral alcanza su esplendor en la reexposición, donde el cí­rculo mágico de esta Sinfoní­a se cierra con un epí­logo magistral, construido sobre el tema de la trompeta con que comenzó la obra

Cuarta Sinfoní­a

Antón Bruckner la ha llamado La Romántica. Más tarde se ha hablado de romanticismo silvestre, de romanticismo del culto a la Naturaleza.

I. Este carácter se manifiesta ya. cuando sobre el murmullo de la cuerda, las trompetas dejan oí­r su apacible llamada que repite la madera a modo de eco. Seguidamente, la flauta la desarrolla (Piú lento) en una melodí­a pastoral, continuada por los demás instrumentos. El tiempo termina con un reflejo de la melodí­a campestre. Tranquilo expresivo; en una suave melodí­a la viola expone cómo reacciona el hombre ante la majestuosa grandeza del bosque. Las marchas cromáticas en los bajos (Escena de Fafner en el Sigfrido) revelan que también el compositor se haya a este respecto, lleno de una profunda veneración y respeto. En el desarrollo se oye el coral brucknenano que procede de la llamada de las trompas oida ya en el principio de este movimiento; el segundo tema adquiere un carácter más religioso. Con el esplendor y grandiosidad de las trompas, ricamente adornadas, finaliza esta exaltación de la Naturaleza “considerada como obra de Dios”.
II. El sombrí­o Andante sorprende después de este primer tiempo; por otra parte, faltan también los contrastes que se imponen en una pieza de estas proporciones. El tema del acompañamiento de los violines. al principio de este tiempo, ha dado lugar a que se acuse a Bruckner de plagio (Marcha de los Peregrinos del Haroldo en Italia, de Berlioz) Se trata aquí­ de la melancólica melodí­a de los violoncelos, que repiten a continuación los instrumentos de madera. Las trompas toman de esta melodí­a un ritmo corto y monótono, el cual, en el curso del desarrollo, se repite constantemente en primer plano Aquí­. la introducción al coral resulta un canto alternado entre la madera y la cuerda. Piú lento. Las violas introducen un segundo tema, triste como el primero. Antes de percibir el primer resplandor de alegrí­a se oye en la flauta un corto motivo en Do mayor En este momento, los violines entonan un canto sin sordina que recuerda el lirismo propio de Schubert. El motivo en mayor de la flauta da lugar a un crescendo que se rompe en medio de un suave y sostenido redoble de los timbales. Llégase así­ a la repetición, la cual termina en una melancólica tranquilidad.
III. El Scherzo de esta sinfoní­a silvestre, es una escena de caza. Quien lo dude después de haber oí­do las trompas en la parte principal, se convencerá definitivamente al leer la nota de autógrafo: «Aire de danza en un dí­a de cacerí­a «. Es un Landler que se encuentra también en el tercer tiempo de la Segunda Sinfoní­a La Resurrección de Mahler.
IV. Si se da fe a la tradición en el autógrafo (primera versión), el final debí­a llevar la leyenda Fiesta Popular, sin embargo, la versión definitiva hace pensar más bien en una tempestad en el bosque. Dirí­ase que los cazadores vuelven huyendo de la tormenta (aire de caza de las trompas en el Scherzo). En el Largo, estalla toda la orquesta al uní­sono (primer tema)