La piedad popular inmersa en la Semana Santa recuerda entre sus prácticas religiosas las «Siete Palabras» de Jesús en la cruz. Son, según los comentaristas, el testamento de Cristo a sus seguidores. Por ello, los cristianos fervorosos aluden a ese legado último en estos días penitenciales.
No es el caso recordarlos todos, pero quiero detenerme en este día santo en dos de ellos. El primero alude a la cita de Juan 19,30: «Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: ‘todo está cumplido.’ E inclinando la cabeza entregó el espíritu». Se trata del hombre que da su último aliento sabiendo que todo se ha realizado.
Oportuno recuerdo para esos días de fatiga en los que es casi urgente tirar la toalla, renunciar, salir corriendo. Jesús, el personaje profundamente humano, nos invita a perseverar, poner manos a la obra y no mirar atrás hasta no terminar la misión a la que hemos sido convocados.
Solo al final de nuestros días podremos decir «todo se ha cumplido». Hasta ese momento es permitido «inclinar la cabeza» y entregar el espíritu. Antes, que es nuestro caso, tenemos que seguir como buenos obreros de la viña, haciendo aquello que se nos ha mandado hacer.
El otro texto de las «Siete Palabras», se basa en Lucas 23,46: «Y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: ‘Padre, en tus manos pongo mi espíritu’ y, dicho esto, expiró». El Cristo humano nos enseña a estar siempre unidos a Dios. Su comunicación es constante y antes de retornar a Él, su último pensamiento, sus últimas palabras es hacia Dios mismo.
Es su enseñanza final sobre la vida espiritual. Como el famoso Peregrino Ruso (una obra famosa que enseñaba una especie de espiritualidad oriental), los cristianos deben estar permanentemente en diálogo con Dios para dar frutos. Pocas cosas buenas pueden salir de nuestro esfuerzo personal sin la ayuda de Dios.
Hay algunos que además piensan que este texto muestra la filiación de Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Ahora sabemos la identidad del nazareno: es el hijo de Dios que como tal se pone en las manos del Padre. Texto que nos propone una manera de ser, el de fiarnos de Dios y esperarlo todo de Él.
Auguro para usted días de reposo y mucha meditación. Todo en vistas a regresar con renovadas fuerzas para transformar el mundo en que vivimos.