Las señoritas de Avignon


Las señoritas de Avignon, de Picasso, óleo de 2.45 í— 2.35 metros. Actualmente, en el Museo de Arte Moderno, Nueva York.

A principios del siglo XX, el arte universal, pero en especial la plástica, entraban en crisis, debido a que la representación realista en la pintura habí­a llegado a su tope. Los artistas se planteaban una mejor forma de representar la realidad, a lo cual los impresionistas, a finales del siglo XIX, habí­an realizado su propuesta de representar, no sólo la realidad, sino la impresión que produce esa realidad en quien observa un cuadro.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Sin embargo, técnicamente no pudieron aportar una solución para representar esa nueva «realidad» que se buscaba; para eso, estaba destinado el pintor español Pablo Picasso, quien con el cubismo, habrí­a de aportar una nueva forma de representar una «realidad más real».

Precisamente, en el 2007 se cumplen los cien años de esa solución. El primer cuadro que ofrecí­a que inauguraba la época del arte contemporáneo, serí­a presentado en 1907, con el tí­tulo Las señoritas de Avignon.

Por esa razón, el 2007, deberí­a ser considerado como el año de Picasso; pero no sólo eso, sino también porque este año se cumplen los 70 años de haber pintado su cuadro Guernica, que recuerda la masacre del poblado homónimo del norte de España. En las siguientes páginas se tratará acerca de este cuadro con extensión, y en la presente se valorará a Las señoritas de Avignon como el cuadro fundacional del arte moderno.

Un siglo de revolución

Los pintores de la época se habí­an preguntado de qué forma se podí­a dar mayor «realismo» a las obras, incluso dándoles profundidad. Picasso propone esta corriente, que fue denominada luego como Cubismo, en donde se rompe con la profundidad espacial y se idea la forma de «descomponer» la pintura en múltiples planos.

La idea fue revolucionaria, ya que los artistas se dieron cuenta de que, para dar mayor realismo, era necesario «deformar» la realidad. Por otra parte, Picasso también rompe de tajo con la tradición pictórica y con temas como la idealización del desnudo femenino.

La obra presenta una de las primeras soluciones para representar esa nueva «realidad» que llegaba con el siglo XX; posteriores propuestas serí­an todas agrupadas con la denominación de «vanguardias». Por tal razón, algunos crí­ticos piensan que éste es el monumento fundacional del arte moderno (o incluso posmoderno), aunque otros creerán que fue el Orinal de Duschamp.

Estética cubista

Las señoritas de Avignon es, además, el primer cuadro cubista. El lienzo carece de profundidad, por lo que Picasso decide fragmentar el volumen, y separar cada uno de los planos. Esta fragmentación hace que el cuadro parezca «deformado» cuando, en realidad, se están representando tres planos en dos dimensiones.

Estos planos no sólo son fragmentados sino que también se superponen uno con otro, por lo que parece que se está peleando entre sí­.

Una descripción bastante rápida del cuadro podrí­a resumirse así­. La escena presenta un prostí­bulo, en donde se hallan cinco mujeres desnudas. En las dos figuras femeninas más «normales» se pueden hallar los planos. Por ejemplo, las orejas, los ojos, los brazos, los pechos y la nariz, son planos diferentes, que se ven como si todo estuviera de frente. Pero como visualmente en la realidad éstos no están «de frente», parecen superpuestos unos de otros.

Las otras tres mujeres presentan rostros más deformados, como si tuviesen máscaras. Una, la de la izquierda, parece entrar a la habitación. La de la derecha parece también ingresar, sólo que por otra puerta; y la otra, como sentada, parece estar frente a una mesa, donde hay un tazón con frutas.

Estas últimas tres mujeres están en un plano similar, es decir, vistas de frente; no obstante, las primeras dos mujeres descritas, realmente están acostadas, y deberí­an verse, en un plano de tres dimensiones, desde arriba. Es decir, Picasso soluciona el problema de los puntos de vista (era diferente desde arriba y desde el frente), pero él los resume en uno solo.

En cuanto al motivo, Picasso retoma dos de ellos que son clásicos dentro de la pintura: el cuerpo femenino y el plato de frutas, que es más conocido artí­sticamente como bodegón. Con éstos, Picasso inicia su nueva estética y, de paso, reforma el arte moderno.

En cuanto a las mujeres de los lados, algunos han visto en ellas indicios de máscaras de distintos orí­genes. A la izquierda, de origen egipcio, aunque también podrí­a ser de origen ibérico, uno de los pueblos primigenios de España (y que le dieron el primer nombre al territorio Pení­nsula Ibérica). Atrás, una mujer con una máscara de rasgos africanos, y sentada, a la derecha, una mujer con máscara con detalles de Oceaní­a.

Otros piensan que Picasso pinta en esta escena la realidad de los burdeles de Avignon y de toda Europa, que dio cabida a gran cantidad de inmigrantes al inicio del siglo XX. Una interpretación famosa de este cuadro fue la que hiciera el filósofo Michel Foucault, quien dirí­a que los rostros deformados de estas mujeres demostraba el terrible temor que Picasso tení­a de contraer la sí­filis en los burdeles.

Sea cual fuere la verdadera intensión del pintor, éste se ha convertido, sin duda, en el inicio del arte moderno, y que este año estarí­a cumpliendo un siglo de esta «modernidad».