El incremento y elevado presupuesto que plantea el Tribunal Supremo Electoral debe ser acuciosamente analizado. Si bien la democracia implica una inversión, no significa que el TSE no deba ser eficiente en el gasto de los recursos públicos.
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Debe hacerse público cuánto gana un magistrado del TSE, cuáles son los beneficios que permanentemente tiene (vehículo, piloto, seguridad, combustibles y viajes a múltiples eventos en el extranjero). Ellos y el personal administrativo perciben ingresos y beneficios económicos los 365 días de cada año y salvo el leve trabajo administrativo de empadronamiento y el velar por la observancia de la ley por parte de los partidos y organizaciones políticas, no tienen mayor esfuerzo que hacer más que cada cuatro años cuando se realizan elecciones generales.
Invertir Q409 millones para un país pobre como el nuestro es una enorme cantidad. Cualquier empresario o economista analizaría cuál será el resultado de ese gasto, cuál es el número de ciudadanos que concurren a votar. Es sumamente importante la fiscalización del uso y destino del presupuesto y el porqué de ese enorme incremento.
Comparemos el presupuesto de gastos administrativos para las próximas lecciones que propuso el TSE con los gastos de campaña de los partidos políticos. Prácticamente, lo que el Tribunal requiere para efectuar el evento eleccionario es igual a la suma de la inversión de más de nueve partidos políticos, asumiendo que esos partidos invertirán el máximo de Q44 millones que la ley les permite. El monto obliga al análisis, especialmente en los siguientes aspectos:
Admitir públicamente que gastarán en las elecciones Q45 millones en horas extras en su personal de planta y temporal, es evidenciar que las elecciones son para el TSE una mina de oro. A ello se agrega la pretensión de contratar 4,205 empleados temporales con un gasto de Q71 millones, más Q10 millones en concepto de aporte patronal al IGSS y Q10 millones de indemnización a personal temporal, rebasando sólo con estos renglones el total de gastos de las elecciones anteriores.
También es cuestionable los Q21.8 millones para comprar nueve vehículos, 1,300 faxes (equipo ya obsoleto para la transmisión de datos, existiendo el Internet), 270 palms, 500 teléfonos celulares, 1095 computadoras de escritorio, más 900 UPS y 900 impresoras, que sólo se utilizarían dos semanas como máximo. También, 35 plantas eléctricas para dos días de uso y cuatro montacargas hidráulicos, bienes que en una próxima elección estarían obsoletos o deteriorados, existiendo la alternativa de alquilar todos esos equipos a mucho menor costo, a no ser que el TSE esté aprovechando las elecciones para sobre-equiparse.
Es censurable que en lugar de depender de los servicios de seguridad y vigilancia de la fuerza pública, como se hace en la mayoría de países, se pretende invertir Q19 millones en servicios privados de vigilancia, transporte de papeletas electorales, primas de seguro y fianzas.
El presupuesto incluye Q48 millones en gastos de representación de las juntas electorales departamentales, municipales y dietas a fiscales de los partidos políticos. Este enorme gasto es aproximadamente 50 veces mayor que el de la elección anterior.
El TSE incluyó una elevadísima partida para invitar a colegas de los diferentes tribunales electorales de América Latina, quienes no vienen a realizar una efectiva observación; vienen al país con gastos pagados, dos o tres días antes, asisten a dos o tres cócteles, se alojan en hoteles de cinco estrellas y observan la elección dos o tres horas en La Antigua, Chichicastenango o Atitlán y de vuelta a la capital, sin mayor efecto.
En conclusión, hay que dotar al Tribunal Supremo Electoral de un presupuesto extraordinario, realista y adecuado, pero no permitir el exceso de burocracia, ni el exceso de adquisiciones o compras de servicios.
Continuará.