Como suele ocurrir cada año, varios reportajes de prensa, acompañados de opiniones de analistas económicos y columnistas se han referido a la nueva política monetaria, cambiaria y crediticia, aprobada por la Junta Monetaria precisamente cuando los guatemaltecos nos encontrábamos en merecidas vacaciones y fiestas por el Año Nuevo.
Un reportaje elaborado por Fernando Quiñónez, y publicado en el diario Siglo Veintiuno del día lunes 17 de enero, se intitula «Política monetaria cuesta más de Q 1 mil millones». Desafortunadamente el artículo de Quiñónez confunde diversos términos y desorienta a la opinión pública, en virtud de que mezcla los términos «deficiencia neta» y «costo de la política monetaria», tema esta que a menudo es también mezclado a propósito por las autoridades del banco central para esconder el «costo de la política monetaria». Aclaremos entonces para que los contribuyentes guatemaltecos se percaten de lo que sucede dentro de las elegantes paredes del Banco de Guatemala.
Resulta ser que desde hace muchos años el Banco de Guatemala viene generando un alto costo en materia de sus operaciones de estabilización monetaria, que no tienen otro cometido más que mantener en una «jaula de oro» los denominados «excesos de liquidez que tienen los bancos del sistema».
Resulta ser que la actividad bancaria tiene el gran privilegio en el hemisferio occidental de poder mantener el dinero ocioso de sus operaciones activas en una bóveda de oro, en la que los bancos centrales simplemente le pagan una tasa de interés a los bancos, con el objetivo que no saquen más dinero al sistema, en virtud de que la teoría que se maneja en dicho recinto indica que es mejor pagarles dicha tasa con tal de evitar problemas inflacionarios.
Es algo así como que si a una fábrica de galletas se le estableciera un límite de galletas a ser lanzadas al mercado, y que los excesos fueran guardados en bodegas especiales, bajo un pago estatal un tanto menor al del mercado, con tal que no alterara las condiciones dietéticas del guatemalteco, o bien con tal de no alterar las condiciones de oferta y demanda. Simplemente, los banqueros tienen ese privilegio por el tipo de producto que manejan.
Durante mi estadía en la Junta Monetaria, en los últimos tiempos, compartí las inquietudes de la silla empresarial, en el sentido de que era vital proceder a una baja en el costo de la política monetaria, procurando una baja en la tasa de interés líder, lo cual obligaría a los banqueros a buscar más oportunidades crediticias, siendo que en estos momentos es el crédito al consumo y el crédito oneroso por tarjetas de crédito el que más les reditúa, en comparación con lo magro de los pagos que hacen por nuestro ahorro en sus bóvedas.
Ahora bien, es preciso aclarar que este año, la deficiencia neta del central es mayor no por el costo de la política monetaria, que ha sido el mismo desde hace mucho, sino por la baja en el pago por inversiones en el exterior de las reservas monetarias internacionales. Hasta hace algunos años la deficiencia positiva escondía ese costo ante la opinión pública, y hoy esa deficiencia de Q600 millones hace más llamativo el tema, en virtud de que seremos los contribuyentes y el fisco el que deberá pasarle el chequecito correspondiente al Banco de Guatemala, subsidiándolo de nuevo. ¡Qué tal!