En el lenguaje izquierdista a ultranza ponerle de apelativo de empresario a una persona es igual a condenarlo sin haber sido oído ni vencido en juicio por explotador, retrógrado, evasor de impuestos, como de prestaciones laborales y hasta de ser el causante de todas las desgracias que han ocurrido en Guatemala. Claro, ¿a quién no le consta que de todo hay en la viña del Señor? Pero intencionalmente se olvida que el verdadero significado del término empresario es para quien acomete la realización de obras o presta servicios con empeño. Es decir que su mejor sinónimo es emprendedor. Porque así como es empresario el dueño de una famosa cadena de restaurantes, también lo es el vendedor de shucos de la esquina, quien compra y vende vehículos usados o quien recoge latas vacías de bebidas por la calle, para irlas a revender al reciclador.
¿Qué significa Estado de Guatemala?, pues según reza la Constitución es el ente organizado para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común. Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona. Más claro sólo el agua. De aquí parte la pregunta ¿por qué entonces nuestro Estado no cumple con su definición, mucho menos con sus deberes? Tomando un ejemplo al azar, a un visionario empresario se le ocurrió poner un negocio, allá por los años 20 del siglo pasado, en la zona 1 de la capital. Pasado el tiempo, la ineficaz entidad descentralizada, encargada de velar por su ornato, orden, limpieza y funcionalidad la dejó de lado, lo que a nuestro empresario lo obligó emigrar a la entonces próspera zona 9 y después de muchas penas y sacrificios alcanzó el éxito.
Lo que no sabía, es que el Estado, el llamado «progreso», como tantas incapaces administraciones edilicias sucesivas, se pasarían llevando de corbata su establecimiento. Empezaron las prohibiciones para que sus clientes estacionaran sus vehículos, hasta prohibírselo totalmente, lo que obligó a reducir el tamaño de su establecimiento, a buscar predios adyacentes tanto para ese fin, como para poder seguir prestando buen servicio. A lo anterior se suma la contaminación, escasez de agua potable, la falta de ornato y limpieza, hasta el deterioro de la red de drenajes de la zona, como que la inseguridad reinante lo haya forzado a encerrarse entre rejas, al punto que su establecimiento en nada se diferencia de cualquier cárcel del país.
De ahí que pregunte, aprovechando que ahora el presidente Colom tiene un Despacho Presidencial radial todos los miércoles: ¿no sería posible que le respondiera con precisión a la ciudadanía, cuándo será el día en que su gobierno nos pueda devolver aquellos prósperos tiempos de antes, en que el Estado cumplía con sus deberes y obligaciones?