Las mujeres nómadas de Irán


Nómadas. Una de las tribus nómadas de Irán, asentadas en la región este de Azerbaiyán.

La joven nómada iraní­ Mahlaga Khani tuvo que vender su montura antes de la gran carrera, y a pesar de ello no corre, sino vuela, a lomos de un caballo con el que espera saborear la victoria aunque tenga que compartirla con el propietario del corcel.


Echó a volar hacia el triunfo, dejando atrás a sus cinco adversarios en una nube de polvo levantada por los cascos del caballo, tras haber aceptado la condición de compartir el premio.

La carrera femenina ecuestre formaba parte de las actividades de un festival que celebró la semana pasada los talentos de los nómadas de Gharah Ghayah, una región montañosa y boscosa del noroeste de Irán, en la provincia de Azerbaiyán.

Su velo verde y dorado flotaba al viento cuando Khani alzó la varilla que hací­a las veces de fusta al parar en seco su montura, bajo un clamor de vivas de miles de espectadores.

«El dinero mejorará mi vida cotidiana», explicó poco después, refiriéndose al premio de un millón de riales (unos 100 dólares).

«Monto a caballo desde la edad de 10 años y todo lo he recibido de mis ancestros», agregó.

Su piel curtida y surcada por arrugas prematuras hace olvidar sus 25 años y constituye un testimonio de las difí­ciles condiciones en las que viven los nómadas.

De etnia azerí­ y de habla turca, los nómadas son mayoritarios en esta región lindante con la ex república soviética de Azerbaiyán.

Tienen fama de ser excelentes jinetes y sus posesiones se reducen a cabezas de ganado. Viven sobre alfombras en el interior de tiendas de campaña cónicas.

Con motivo de la carrera miles de familias hicieron picnic en los flancos de las colinas que rodean la arena, desde donde saludaban a los vencedores a gritos de «Â¡Mashalá!», gloria a Dios.

La competición no se limitaba a carreras de caballos, sino que incluí­a otras actividades.

«La gente de aquí­ nació con caballos y adora la competición. Viven para ello», aseguró Syrous Huchi, dirigente de la Federación ecuestre local.

Los participantes tomaban posiciones detrás de unas vallas de madera con un equipo rudimentario. Nada de estribos, ni de botas o sillas de montar, sino sólo las riendas, una alfombra y ropa de diario. El jinete ganador ha de cruzar la lí­nea de llegada con su fusta en alto y detener de golpe su montura.

La promotora de este festival, que ya se encuentra en su decimocuarta edición, es Aziz Janum Daneshiu, una mujer de 60 años de aspecto temible, suavizado no obstante por su indumentaria. Llevaba puesta una larga chaqueta a rayas y un cinturón de monedas de oro sobre un vestido tradicional.

«Quiero extender el movimiento a otros deportes y mantener las tradiciones hasta el final», declaró.

La población nómada de Irán es una de las principales del mundo, con 1,2 millones de personas en 1987.

En los años 1930 el shah Reza Pahlavi transformó su existencia imponiéndoles una vida sedentaria. Actualmente la tradicional trashumancia a caballo está amenazada por la modernidad.

De hecho muchos nómadas se desplazaron al lugar de la carrera en furgonetas azules y motocicletas, levantando a su paso una espesa polvareda.