La vida de quienes sufren una extorsión cambia radicalmente y se altera posiblemente para siempre por la sensación de impotencia y vulnerabilidad que proyecta ese crimen tan desgraciado y generalizado. Pero leyendo uno lo que describe Juan Alberto Fuentes Knight del papel del Congreso en la discusión de las leyes y cómo es que se “negocia†en ese organismo, uno se da cuenta que el país mismo está sujeto a la constante y permanente extorsión de un grupo numeroso de diputados que, como los mareros, cobra su respectivo impuesto. En este caso el impuesto no es para permitir que los buses operen normalmente, sino para darle visto bueno a alguna norma legislativa, por buena, importante y necesaria que sea para el país.
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La denuncia de Fuentes Knight, contenida en su libro presentado ayer, no es en realidad algo novedoso salvo porque se establece hasta con cantidades cómo es que los diputados al Congreso de la República extorsionan al país para que se les asignen obras y contratos que mediante el manejo de oscuras ONG de su propiedad o en manos de algunos testaferros, significan más de mil millones de quetzales cada año y que se distribuyen desde la todopoderosa comisión de Finanzas, donde se asignan esos fondos.
En muchos países del mundo funcionan esos privilegios para los legisladores; en Estados Unidos ha sido un escándalo cómo es que se asignan miles de millones de dólares para proyectos mediante los llamados Pork Barrel Funds que son asignaciones que se hacen para que los representantes inviertan en sus distritos y de esa manera ganen votos y puedan mantenerse en el Congreso. Pero con todo y la corrupción implícita en esa práctica, no se permite a ningún congresista que se embolse el dinero; suficientemente malo es que se usen de esa forma los dineros del fisco como para permitir, además, que los diputados o senadores se los claven mediante empresas encargadas de realizar, de mala manera, los trabajos.
El libro de Fuentes Knight tiene aspectos interesantes que habrá que comentar con más detalle, especialmente en lo que se refiere al papel de Sandra Torres a lo largo del gobierno mientras él fue ministro de Finanzas y el papel de personajes como Gustavo Alejos en negocios como la compra de medicinas. Cierto es que en su Rendición de Cuentas no llega a ser categórico al hacer señalamientos, pero para nuestro medio, para la forma en que se manejan las cosas en nuestro país, el libro dice mucho y más es lo que queda entre líneas para que los entendidos se den cuenta de cómo son las cosas.
Desde el punto de vista institucional no cabe duda que lo más alarmante es el señalamiento contra el Congreso porque todo apunta a que el próximo gobierno tendrá también que lidiar con problemas parecidos dado que la estructura del poder legislativo es la que está podrida y cualquier asunto de interés nacional se verá sometido a esa forma de extorsión que es absolutamente igual a la que imponen los mareros sobre los moradores de las colonias y sobre las empresas de buses. El Gobierno es como el tendero que para seguir operando tiene que caer muerto con la extorsión que le imponen los pandilleros del barrio y en el Congreso no se aprueba nada, ni siquiera las cosas más sencillas, sin que se salpique de beneficios a los diputados que tienen la sartén por el mango. No digamos cuando se trata de cuestiones importantes o, peor aún, de negocios jugosos como fue la Transversal del Norte, para citar apenas uno de los tantos ejemplos que hay. Los 82 millones de Meyer son moco de pava comparados con las extorsiones del día a día.