Las maras, mal que alcanza a la humanidad actual


Santiago Villanueva Gudiel

Ellos y ellas empezaron hace siglos a ser engendros de las hoy maras, pandillas, gangas o como se llamen, gestándose desde entonces este sistema de vida fuera de lo normal, honesto y decente, ante la ignorancia o indiferencia de todos los que hoy son o pueden ser alcanzados por su presencia en todas partes del mundo.

La humanidad parece no haberse percatado de su causa original, ni de las resoluciones más humanas que debe darse al problema y no sólo señalar sus efectos nocivos, ya criticando sus acciones, o combatiéndolas a sangre, muerte y cárcel, sin buscarle la causa humana y la solución social más benigna y así­, se seguirá sufriendo aún sus consecuencias de su propia naturaleza en la que esa generación o degeneración nace, crece y se desarrolla.

LA RAíZ DEL PROBLEMA. Está en la propia naturaleza de los protagonistas, a causa de los padres y madres irresponsables de su paternidad que abandonan a sus hijos e hijas que nacen, crecen y se desarrollan en la desintegración de la familia, que sin hogar son atraí­dos a ese género de vida delictiva ya tan conocido como una corriente en el mundo actual.

La Biblia como la Palabra de Dios da la razón de ese incremento degenerativo por medio del profeta Isaí­as 54, diciendo así­: -Regocí­jate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto porque más son los hijos de la desamparada que de la casada, ha dicho Jehová-.

Decir FAMILIA es decir ser padre y madre, cuando ya se tienen hijos porque Dios se los dio por medio de la FUNCIí“N SEXUAL que es la que nos lleva a darnos ese carácter, y no simplemente la satisfacción de un momento que problemiza el resto de la vida y de otros, al no asumir la responsabilidad como papá o mamá como corresponde, dejándose a los hijos e hijas al garete del mal destino, en el proceloso océano de la existencia, la cual como consecuencia se les acorta en la flor de su juventud.

Los integrantes de maras o pandillas, son rebeldes sin causa propia, sino por causa de los padres, que rebelándose contra la voluntad de Dios, facilitan el crecimiento de generaciones desamparadas en las calles, donde adquieren frente a la vida un rostro duro, no sonriente ni agradable, empedernidos de corazón, sin temor algunos para robar ni piedad para matar, que se agarran de las pandillas para subsistir, se ponen señales en el cuerpo, hacen gestos y ademanes, y son a la vez, rebeldes y contumaces como sus padres, que no dispusieron su corazón ni sus espí­ritus a obedecer a Dios seguros que sólo el poder del Gran Dios y Salvador de los humanos, nuestro Señor Jesucristo por la fe en í‰l, puede mantener unida la familia o restaurarlas y a sus descendencias.

LA DIGNIDAD DE LA FAMILIA. En siglos pasados, según dice la Biblia, se daba responsabilidad a los padres sobre los hijos e hijas relacionando el nombre de los hijos con el de ellos, por ejemplo se decí­a: Fulano hijo de Nacor y de Milca su mujer, o de Marí­a y de José su esposo, etc., lo que les daba una identidad con dignidad con sus padres y la familia desde sus primeras edades, y no esperar hasta alcanzar la mayorí­a de edad cronológica, y mientras tanto, es demasiado tarde cuando ya se es oliente de pegamento, consumidores y a la vez contaminadores de otros con drogas, siguiendo la corriente en declive en las calles, viciosos y derramadores de sangre que hoy por hoy clama a Dios desde la tierra como precedió al castigo del diluvio.

En la actualidad se cree que son los apellidos los que dan la identidad y eso hasta llegar a la mayorí­a de edad, sin importarnos los años de su niñez y adolescencia, ni la conducta distinta y fiel que debe aprenderse del cristianismo, y de esa cuenta también apellidos de alcurnia, con alguna educación o sin ella se cuentan entre los pandilleros o maras. Y así­ sin identidad crediticia los bebés son mercancí­a de adopciones por nacimientos no deseados, o de hecho así­ comercializados. Los niños y jóvenes deambulan sin ninguna identidad, credencial o documento fehaciente y primario que les dé dignidad humana para ser tratados como tales y no ser perseguidos, para tener valor y valerse honradamente por si mismos, obteniendo medios de subsistencia y desarrollo honrados, en vez de corromperse entre las maras sin piedad ni compasión de sí­ mismos y de otras personas.

¿QUE PODRí HACERSE? Hoy por hoy parece que poco importa a la sociedad, autoridades y defensores de derechos humanos, la penalización de los padres y madres irresponsables de la paternidad digna de la materia prima de la humanidad como es la niñez con dignidad debida al nacer e igualmente la adolescencia y juventud para que se estime su valor humano en ese í­nterin cronológico olvidado, en vez de estar pensándose en la creación de un documento único y polí­tico. ¿Qué leyes podrí­an implementarse ante la brevedad actual de la vida para que los adolescentes y jóvenes que no han llegado a la mayorí­a de edad afronten autorizadamente su supervivencia, qué les exige una participación honrada, en la vida presente y no sean juego de la corrupción que los lleva a la depravación?

No dudamos que Dios quiere que esta verdad se destaque, y sea tema de análisis para darle la verdadera dignidad humana al ser humana desde su concepción, y darles identidad que les sea útil y los defienda desde su nacimiento hasta su formación honesta y adultez.