Un signo de madurez o decadencia tiene que ver, me parece, con el reconocimiento de que nada en la vida es justo. La realidad es injusta y por más que queramos verla diferente no es más que una auto triquiñuela con afanes de sobrevivencia. Hoy que recordamos el Día de las Madres, vale la pena hacer memoria de la injusticia que al respecto vivimos los terrícolas.
Todos celebramos prestos el Día de la Madre, pero la mayor parte considera que a este grupo pertenecen sólo las mamás biológicas. Injusticia número uno, porque también forman parte de esta categoría de mártires amorosas las abuelas. ¿O es que no sabe que muchas abuelitas han fungido a lo largo de la historia como mamás? Si tiene duda, piénselo y verá. Muchas abuelitas han sido (son o fueron) las madres bondadosas que, a falta de mamá biológica, supieron educarnos, amarnos y hacernos personas de bien, según sus posibilidades.
Pero no sólo algunas abuelitas son las grandes olvidadas de hoy, sino también algunos padres. Hay papás que son (o han sido) madres increíbles. ¿Sabe que hay también papás solteros o viudos que han asumido con impecable responsabilidad la función de padre y madre? También ellos deberían recibir regalos especiales. Pero, mire, que en el mundo machista en que vivimos casi da hasta vergí¼enza hacerlo e incluso escribir sobre esto.
Una tercera categoría de madres estupendas son las que decidieron adoptar. Es posible que muchos no sean conscientes del amor que excede de los corazones de estas personas que toman la decisión de compartir el cariño con niños que lo necesitan. Son madres a todo dar que deberían llevarse también las palmas con los padres que acompañan en familia la educación de estos cachorritos bajados del cielo.Â
Â
Por último, hay madres anónimas (y habitualmente olvidadas) que nos han acompañado en la vida: una maestra, la dulce señora de la tienda, una tía, la vecina… Un sinnúmero de personas que incondicionalmente compartieron su amor y nos dieron consejos cuando lo necesitábamos. Ellas también merecerían un lugar especial en la premiación del cielo, porque está visto que en la tierra pasaron muy de prisa.
Â
Supongo que es parte de las injusticias de la que escribía al inicio de esta columna. Injusticia que tiene que ver con la falta de adecuación, equilibrio o desmedida por no dar a otros lo que se merecen. Injusticia es olvido, falta de reconocimiento e ingratitud. Esto es lo propio del ser humano: somos injustos por naturaleza. Menos mal que ya escribiendo sobre esto se logra un avance en la conciencia de nuestra miseria.
Â
¿Tiene experiencia usted de alguien que haya sido una gran madre y quiera recordarla? Ayúdeme a hacer memoria por favor.Â