Por diversas razones que no voy a exponer, con excepción de que durante la guerra me desempeñaba como reportero, debo decir que por mi trabajo, lo viví de cerca, e indirectamente formé parte de él y por eso me duelen tantas víctimas inocentes que cayeron, particularmente en las zonas indígenas y notables intelectuales guatemaltecos que perdieron la vida sin razón alguna. Me considero sobreviviente de esa amargura. (Era jefe de redacción del periódico de la Asociación de Estudiantes de Derecho–USAC).
Esa guerra no quedó atrás, ahora ha renacido rodeada de pasiones con el llamado “juicio del siglo” contra el general Efraín Ríos Montt, en donde, una vez más, los medios de comunicación y las opiniones mediáticas contribuyeron a publicar “noticias” parcializadas, y columnistas pensaron con el hígado y lanzaron la serenidad y al menos un poco de conocimiento, por la borda. Notamos, una vez más, la intromisión extranjera, no tan visible como la del 54 y sí, más evidente que la que desató la guerra durante 36 años.
En Guatemala cuesta hablar sin llevar el rencor o el odio en cada letra o en cada sílaba. Esa guerra que tanto me dolió se actualizó con la misma amargura en los estrados de los tribunales en donde juzgando a una persona saltaron extranjeros y nacionales, con el odio y el rencor a flor de piel, “periodistas e instituciones” que mediatizaron y abusaron de su derecho a disentir y al menos un abogado que se convirtió en un patán agresivo y presuntuoso.
Independientemente de la resolución de la CC que me atrevería a apostar será declarar la nulidad de parte del juicio, incluyendo la sentencia, es indudable para cualquier conocedor de la ley, que el procedimiento fue totalmente viciado, no por culpa de los jueces, sino de las partes que saturaron con infinidad de recursos y otros medios legales como el ocurso de queja que quizás sea el que más pese, cometiéndose el grave error de RESOLVER en sentencia antes de resolver los aspectos accesorios e incluso, desobedeciendo el mandato de una sala y de la CC, lo cual son argumentos para que tenga que reiniciarse el juicio.
Aunado a lo anterior consideremos que, si encauzado debidamente el proceso, surge un fallo condenatorio existen instancias de apelación a la misma, igual como lo haría la otra parte, en caso de una posible absolución.
Dentro del proceso claramente se dijo, antes de emitir el fallo, que aún existían en diversos tribunales e incluso en la Corte de Constitucionalidad al menos ocho acciones que no habían sido resueltas por lo que con una sola de carácter constitucional, el juicio se debió detener hasta resolverlas; se habló de la prescripción; se refirieron a la irretroactividad de la ley; se expresó el principio de que no hay delito sin una ley que así lo haya calificado previamente, se alteraron fechas; dos tribunales conocían el mismo caso con distintas visiones, que existía un ocurso de queja.
Las pasiones se desbordaron olvidándose la justicia para TODOS.
¿Que hubo víctimas? Claro que sí. ¿Que existieron responsables? ¡Por supuesto! Pero me pregunto: ¿Fue un solo hombre el responsable? ¿No existían guerrilleros que dispararon y mataron? Y ¿No existieron soldados, subtenientes, tenientes, capitanes, mayores, coroneles, patrulleros civiles que dispararon, asesinaron, violaron y quemaron aldeas y seres humanos?
¿Y DÓNDE ESTÁN ESTOS RESPONSABLES? ¿QUÉ INVESTIGACIONES SE HICIERON PARA INDIVIDUALIZARLOS, JUZGARLOS CON TODAS LAS GARANTIAS Y LOS PASOS QUE LA LEY SEÑALA, INCLUYENDO SU DERECHO A LA DEFENSA?
Esta tragedia mediática seudojurídica atropelló la ley e hizo que hasta surgieran irónicas sombras del pasado, como la sugerencia de un presunto abogado de implantar censura a los medios; la nada sorprendente aparición del CACIF defendiendo oficiosamente a Ríos Montt, los artículos de unos y otros enfrascándose en “luchas” a favor y en contra del General.
Esto apenas empieza, ahora tenemos un debilitado sistema de justicia que debe investigar y juzgar a los otros responsables de estas matanzas, se trate de quien se trate.