Honduras vive actualmente días cruciales hasta con el peligro de una guerra civil, tal como ya lo ha advertido el presidente de Costa Rica, don í“scar Arias. Después del cuartelazo militar que el 28 de junio derrocó al gobierno del presidente Manuel Zelaya, lo que está en juego es el futuro de la democracia en toda América Latina. Sin duda se trata de un repudiable retroceso histórico y político con los Estados Unidos orquestando golpes como en los viejos tiempos.
Un análisis detenido permite visualizar varias de las lecciones que ha dejado esa asonada militar y oligárquica. En primer lugar, que no se requería mucha sagacidad para intuir que el proceso de mediación promovido por EUA era una burda estrategia dilatoria.
En segundo lugar, resalta la posición ambivalente del gobierno de la Casa Blanca, que por un lado condenó el golpe, y que por el otro ha tenido una actitud complaciente con el régimen de facto, pues hasta ahora no le ha retirado la ayuda como sí lo han hecho otros países como los de la Unión Europea, que en las ultimas horas acordaron congelar una línea de asistencia financiera a Honduras por un poco más de 90 millones de dólares. .
En tercer lugar, los diferentes indicios sobre que el golpe fue incubado con el apoyo de la ultraderecha enquistada en la administración norteamericana, confirman la hipótesis que el presidente Obama puede tener buenas intenciones, pero no tiene el poder.
La cuarta lección es que quienes participaron en la conspiración de Honduras, nunca se imaginaron lo que iban a sembrar. Por una parte, dieron origen a la condena unánime de todos los países del mundo. Al mismo tiempo, la acción de los golpistas, ha fortalecido la unidad incontenible del pueblo de Honduras que desde el día de la expulsión del país del presidente Zelaya, se mantiene firme en las calles con una actitud heroica exigiendo la salida del poder de los usurpadores.
Las acusaciones en contra del presidente Hugo Chávez de imaginaria injerencia en los asuntos de Honduras y los supuestos delitos que se atribuyen al presidente Manuel Zelaya, no son más que una fachada. Lo que se pretende es ocultar las verdaderas causas del golpe, que fueron las diferentes medidas que el gobierno estaba impulsando a favor del pueblo y que afectaron intereses sumamente poderosos. Una de ellas, el nuevo salario mínimo para los trabajadores en un país en donde tradicionalmente la clase dominante paga sueldos de hambre. Otras disposiciones de avanzada lastimaron la riqueza de las transnacionales del petróleo, las transnacionales de las telecomunicaciones, de la energía, los consorcios, las burocracias y las políticas de poder en Honduras.