Abrió ayer, en Francia, un museo que atesora más de trescientos años de historia masónica moderna.
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Las intrigas de las logias masónicas, sus rituales e influencia en el devenir de la política siempre fueron terreno de teorías conspirativas. Ahora, muchos de esos secretos podrán ser espiados en la ventana que la masonería francesa que abrió ayer en París: un museo entero dedicado a la Francmasonería, la sede parisina de El Gran Oriente de Francia, una institución creada en 1773 que atesora más de trescientos años de historia masónica moderna.
La apertura de este museo responde, según afirmó Pierre Lambicchi, Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, al deseo de que con él pueda ocuparse «una posición preponderante en el centro de la cultura masónica en los años futuros».
Esta orden, que entre sus miembros tuvo a José Bonaparte (Rey de España entre 1808 y 1813) y al pensador Voltaire, fue base sólida para los ideales de Revolución Francesa y al lema nacional francés: libertad, igualdad y fraternidad, tal como recuerda Lambicchi.
Ahora, el Museo de la Francmasonería, alumbra los rincones más obscuros de la logia, que fue prohibida durante la Segunda Guerra Mundial, tolerada en la Francia liberada, pero siempre terreno de intrigas para los no iniciados. El visitante podrá asomarse a una serie de dibujos y obras de arte que recogen las experiencias rituales y explorar la simbología masónica inscripta en pinturas, esculturas, porcelanas, sables, libros y objetos decorativos, entre ellos los delantales de Voltaire y una edición original de las Constituciones de James Anderson, que marcan, hace más de 300 años, el inicio de la masonería moderna.