Pocas cosas en la vida parecen justas. Esta es una realidad que con el tiempo se va aprendiendo y gradualmente aceptando. Uno concluye que no hay de otra y las aspiraciones y protestas adolescenciales, los deseos de cambiar el mundo, enrolarse en el Ejército, prenderse fuego en la plaza pública o hacer huelga de hambre tiene poco sentido. Imaginar un mundo distinto es algo descabellado.
Para que hubiera un mundo justo, por ejemplo, todos deberíamos gozar de alguna manera de las riquezas que hoy sólo algunos poseen. Es injusto que sólo algunos tengan acceso a la universidad, puedan asistir a buenos colegios y tengan opciones que los pobres apenas pueden imaginar. No es justo que haya niños que pasen hambre, tengan que trabajar (muchos prostituirse) y se mueran de enfermedades que en el viejo mundo dan risa.
Parece injusto también que algunos ganen mucho no haciendo nada. No es justo que un profesor de escuela y de colegio gane una miseria y los dueños de los colegios se embolsen cantidades ingentes de dinero. Igualmente no parece justo que los padres de familia paguen mucho dinero en educar a sus hijos y reciban un producto deficiente, malo y mediocre.
No es justo que Dios haya creado un mundo así de descalabrado. ¿Qué idea tiene de la justicia? Es injusto que un padre de familia abuse de sus hijos, se gaste el salario en licor y, además, quiera ser amado y servido a cuerpo de rey. No es justo que los hijos vayan a vagar a las universidades o a los colegios desperdiciando la oportunidad que con mucho sacrificio hacen sus padres. Esto es de no acabar.
Es injusto que los bancos se roben el dinero de los cuentahabientes, que los engañen, hagan promesas imposibles de cumplir y dejen en quiebra al pobre jubilado que tiene los depósitos de su vida. No es justo tampoco que las empresas que ofrecen tarjeta de créditos gratis, anualmente hagan un cobro de hasta quinientos quetzales para su renovación. ¿A qué juegan? ¿Creerán que la gente es imbécil?
Los dueños de gasolineras también son injustos porque no bajan los precios del combustible cuando en todo el mundo desde meses antes ya lo han hecho. Las noticias, por lo visto, llegan demasiado tarde a Guatemala. El gobierno también es bastante injusto cuando no hace nada con esas instituciones muy prestas al atraco y a la estafa. Lo es también cuando descuida la atención en los hospitales, las escuelas y la seguridad en las calles. Son injustos porque, además, los personeros de esas instituciones ganan mucho dinero por resultados pobres, casi nulos.
Los periodistas también podemos ser injustos cuando acusamos sin fundamento, no sabemos ser equilibrados y estamos más pendiente de lo malo que del bien que algunos puedan hacer. Es injusto hacer «copy-paste» (sin indicar la fuente) para escribir artículos con deseos de ser originales, creadores y muy perspicaces. No es justo que los escritores en este país, los artistas y sus intelectuales en general tengan salario de hambre, nadie se preocupe por ellos y tengan que morir como perros en las calles, en un hogar de ancianos o recluido en la soledad de un hospital.
En fin, la vida es así de horrible, estúpida, malograda. A propósito, es injusto que el Transmetro no haya sido construido en la carretera que conduce a El Salvador, a lo mejor soy malo, pero cómo me habría gustado ver a algunos haciendo largas colas. Pero, repito, la vida es injusta.