Las inconformidades sociales


La población guatemalteca está caracterizada en términos generales por ser desconfiada y aprensiva; dada creer las «bolas» y «dí­ceres» que la gente propala con el ánimo de desahogar sus frustraciones o bien de enviar mensajes velados respecto de las actuaciones de los personajes de la vida pública, polí­tica, social y deportiva.

Fernando Mollinedo

A todo acto le encontramos un significado que de inmediato lo acomodamos a nuestra propia realidad; – según como nos vaya en la vida – para descalificarlo o bien justificarlo ante nuestros interlocutores; la mayorí­a de veces expresamos nuestro criterio con tanta certeza que hasta nosotros mismos nos quedamos perplejos de la aseveración que hacemos.

En el plano de los comentarios polí­ticos, la mayorí­a de veces señalamos actos que – según nosotros – «debieron» haber sido de otra forma; aunque no conozcamos las interioridades que motivaron tales conductas y que en su caso las justifican. Son muy pocas las personas que emiten juicios equilibrados y que a la vez son propositivas en relación al tema que abordan.

Los señalamientos que como integrantes de la sociedad hacemos a la clase polí­tica son valederos desde un punto de vista lógico, de acuerdo a lo que plantearon como posibles soluciones en su campaña electoral; pero a la vez, debemos recordar que «no todos los ofrecimientos de campaña se pueden realizar», y que los candidatos en su afán de llegar al ejercicio del poder, ofrecieron que transformarí­an a nuestro paí­s en un dechado de virtudes para beneficio social.

Cuando inician el perí­odo de ejercicio del poder, se encuentran con que «lo que esperaban» no es así­, como lo esperaban; la realidad es otra, mejor o peor, y en base a ella ajustan el trabajo a realizar. El gran problema radica en que, a la mayorí­a de la población guatemalteca, le gusta escuchar «cantos de sirena» durante las campañas electorales y como una satisfacción o justificación de que «todo va a cambiar» creen en las promesas electorales que se las presentan como soluciones mágicas en beneficio social.

Este fenómeno se sucede en Guatemala cada cuatro años; y la población iletrada es la más susceptible de creer en tales ofrecimientos; por ello, los candidatos proyectan su actividad proselitista hacia el interior del paí­s; allí­ es más fácil ofrecer las cosas que NO SE PUEDEN HACER, y ello trae como consecuencia el voto masificado que generalmente les da el acceso al poder.

Los partidos polí­ticos de «oposición» hubieran hecho lo mismo; en la polí­tica guatemalteca sucede el mismo ciclo repetitivo que el historiador Toynbee ilustra en su obra y como corolario, el «cí­rculo vicioso» seguirá – valga la redundancia – su ciclo repetitivo, sin que la población tenga la cultura necesaria para discernir y emitir su voto de forma consciente en relación a la plataforma ideológica que se plantea por parte de los candidatos presidenciales o sus partidos polí­ticos.