Las idas y venidas de un año


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Concluir un año siempre tiene un gran peso analí­tico y reflexivo; analí­tico porque repasa a profundidad lo que ha ocurrido buscando encontrar causas a sucesos ocurridos en el tiempo; reflexivo porque intenta escudriñar con precisión cómo se desenvolvieron las cosas y al final cómo concluyeron. Por ello, siempre un año que termina es pródigo para revisar con detenimiento todas aquellas idas y venidas, todos aquellos sucesos que marcaron nuestro año; todos aquellos momentos que opacaron el transcurrir de la vida en ese perí­odo; todas aquellas penas y angustias que buscaron resolverse de la mejor forma posible o bien las arrastramos para el siguiente año; todos aquellos espacios de luz que iluminaron la existencia; todas aquellas sombras que nos acompañaron dolorosamente.

Juan José Narciso Chúa

 


Cada año también implica otras cuestiones de vida que significaron mucho por su trascendencia, por su profundidad, por su calidad y dentro de ellas aparecen personas que demarcaron la vida de uno mismo con su influencia positiva, contribuyeron a mejorar la perspectiva de la existencia; influyeron en pensamientos, sentimientos y actitudes a reconocer que existen seres humanos que van más allá de los intereses y cuestiones materiales, para convertirse en auténticos ángeles de la guarda de la vida de uno mismo.

También hubo momentos que destacaron por su incidencia que se quedarán con nosotros para siempre.  En mi caso particular, tengo que decir que el retorno de Suiza de mi segunda hija, Lucí­a Gabriela, fue un suceso de felicidad extrema.  El inicio en la actividad laboral de mi hija Sofí­a Alejandra, también significó mucho, pues pasó a enfrentar la adultez de una forma diferente e independiente. El último año del colegio de mi hijo Juan José es otro acontecimiento feliz. El reencuentro con mi hija Jennifer Waleska, también ha sido un evento particularmente feliz apuntalado por la presencia de Nicole.

La presencia de personas que permanecieron permanentemente a mi lado es un hecho gratificante, pues sentir que uno es parte de los sentimientos más queridos y forma parte de ese cí­rculo interno conforta, el saberse querido, el saberse apreciado, al hacer recí­procos esos sentimientos de amor, esa sensación de complicidad compartida; esa fiesta en el encuentro y el reencuentro; ese espacio para la discusión, la reflexión y el planteamiento de escenarios de cara al futuro.

Adicionalmente, recrear espacios o lugares que ameritan revisitarse o que pasaron a convertirse en escenarios que no volverán a ser los mismos, por todo lo que ahí­ ocurrió o por lo agradable de sus ambientes y personajes, también constituyen hechos que resulta necesario incorporar a las alforjas positivas para el siguiente año.  Así­ visitar el Cerrito del Carmen con su propio movimiento; volver a caminar en el Centro Histórico partiendo de la Plaza de la Constitución y su estratégico parqueo; entrar nuevamente a El Portalito para escuchar marimba e inolvidables piezas como Mi linda Kelly y Rí­o Polochic y degustar las famosas chibolas; caer en el encanto del Granada y de la atención personalizada del Canche, Hendrick, Don Hugo; entrar al antañón Pasatiempo, con su puerta de madera antigua, su fuente agradable, la convivencia inolvidable, un encanto de lugar para recordar pláticas interminables pero profundas, rememorar a mi papá y sus amigos del Intocables y saludar a los Jurado.  En la actualidad se recrean otras alternativas siempre interesantes, como los ceviches de la sexta, las exquisitas carnes del Uruguayo o Canelones, por ejemplo.

Y ni hablar de la visita siempre pertinente, agradable y siempre pendiente de sus lugares y nuevos movimientos a la Antigua Guatemala. Pasando por lugares de antaño, calles empedradas que hacen difí­cil el correr o el caminar con damas con tacones altos; comiendo bien en Panza Verde; o donde Doña Luisa Xicotencatl con su pan de banano; el siempre agradable parque central; visitar el museo de la Universidad de San Carlos; reencontrar el Calvario y su alameda; tomarse un café y un postre en el Café í“pera.

La música tiene su apartado especial en el año que se va.  Las viejas canciones de Serrat, Sabina, Auté, Plaza.  Las maravillas brasileñas que mi amigo el Oso Estrada me ha inducido. Recorrer las canciones del rock, resulta una experiencia fascinante.  Ni hablar de los libros, releer a Sábato después de su muerte, a Edelberto con su último libro, a Pérez de Antón.  Degustar las columnas de Oscar Clemente, del Maestro Gutiérrez, de las Carolinas, Vásquez y Escobar Sarti, de Roberto Morales, de Virgilio ílvarez, de Manuel Villacorta, la Revista del Diario de Centro América.  En fin, un año con sus luces y sombras, sus idas y venidas.  Dejando de lado los pesados vasos, pasemos a las livianas copas y degustemos a ese manso duende del vino.  Feliz año para todas y todos.