Las horas decisivas


Para quienes entienden el serio problema de justicia que hay en Guatemala, se están viviendo horas decisivas porque las comisiones de postulación deberán integrar sus listas para que el Congreso elija a quienes han de ser magistrados de Salas de Apelaciones y de la Corte Suprema de Justicia. Sobra decir que en manos de los miembros de esas dos comisiones está el futuro de la impunidad en nuestro paí­s y que por lo tanto los ojos de la ciudadaní­a están sobre ellos como pocas veces antes, puesto que nunca como ahora el tema de la falta de legalidad ha tenido tanta importancia entre la población, agobiada por la violencia que se exacerba en el ambiente permisivo de la impunidad.


Uno se imaginarí­a que los que ahora tienen la enorme responsabilidad debieran estar pensando seriamente en las consecuencias de sus decisiones, sobre todo recapacitando en el riesgo en que se ponen ellos y ponen a sus familias si se alinean con el tema de la impunidad. Porque esa situación nos traerá a todos, tarde o temprano, desgracias porque estamos entregando el paí­s al crimen organizado y cuando éste asiente definitivamente sus reales, nadie estará a salvo, ni siquiera los que en este momento crucial de la historia hicieron causa común con los más tenebrosos poderes.

Por ello es que ahora no basta con apelar a la honestidad, la decencia ni, mucho menos, al patriotismo, sino al espí­ritu elemental de supervivencia porque, repetimos, la prostitución total del sistema de justicia que promueven con pleno conocimiento muchos de los que ahora integran las comisiones de postulación, les terminará pasando una muy costosa factura en el futuro. Quieran o no, van a sufrir las consecuencias de sus actos y ojalá que no las vayan a sufrir sus familiares y parientes.

Es simple cuestión de sentido común, porque en la medida en que permitamos que la administración de justicia siga cooptada por los poderes fácticos que tanto daño nos han hecho desde la época del conflicto armado interno, todos podemos ser ví­ctimas de violencia, de despojos o de inequidad, porque no habrá autoridad decente capaz de hacer cumplir las leyes.

Y eso vale para todos, tanto para los que estamos luchando por el fin de la impunidad como para los que están confabulados para apuntalarla y para garantizar al crimen organizado, que tiene tantas caras y caretas, el control del aparato para asegurar que puedan operar sin el menor temor al peso de la ley. Como dijimos hace algunas semanas, parodiando a Churchill, pocas veces el futuro de tantos ha estado en manos de tan pocos.