Paradójicamente, cuando el Banco de Guatemala lanza el billete de 200 quetzales exaltando la figura de tres artistas guatemaltecos, el arte en el país vive sus horas más bajas. Con falta de presupuesto para financiar a los grupos de arte estatales, la situación es precaria. Además, sus artistas viven y mueren en la más triste soledad.
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Uno de los casos que mejor ilustran esta situación es la de Jacobo Rodríguez Padilla, uno de los referentes de la pintura y escultura de nuestro país en los últimos años.
En los últimos días, Rodríguez Padilla se ha puesto grave de salud, y está viviendo horas amargas en París, donde ha radicado desde hace años.
Juan Jacobo Rodríguez Padilla nació en Guatemala en agosto de 1922. Es pintor, grabador, muralista y escultor. Proviene de una familia de artistas; su padre, Rafael Rodríguez, también fue un destacado artista plástico, y cuyo esfuerzo fue honrado al ser denominada así la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en la cual también estudió Jacobo entre la década del treinta y el cuarenta.
Por una beca del Gobierno de Guatemala, Jacobo Rodríguez Padilla estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de París, en 1953, en la que llegó a ser uno de los dos guatemaltecos ganadores del Premio de la Escuela.
Participó con el llamado Grupo Saker-ti, un grupo literario y artístico que buscaba reflejar en su obra los valores sociales y económicos de los gobiernos de la Revolución.
Rodríguez Padilla ha realizado los murales de las salas Toltecas y Preclásico del Museo de Antropología de México. Tiene estudios de arqueología en museos de Guatemala, Francia y México. Actualmente vive y trabaja en París. Es uno de los más importantes escultores, pintores y muralistas que tiene nuestro país.
íšLTIMA VISIí“N
Rodríguez Padilla había permanecido por años en París, con la intención de mantenerse cercano al ajetreo artístico que ofrece la Ciudad Luz. A pesar de sus casi 90 años, aún se mantenía creando obras, lo cual significa trabajar, ganarse la vida, a pesar de su trayectoria y de su cuerpo cansado, que le calma en las horas otoñales de su vida.
En mayo del año pasado, aún tuvo participación pública exponiendo su obra reciente en una de tantas galerías de arte que tiene París.
Ahí, con su postura cansada, rodeado de gente, se encontraba uno de los grandes pintores (casi) olvidados de Guatemala. Y cansado porque todavía pintaba todos los días. Todavía hacía el esfuerzo intelectual de convertir sus ideas en formas plásticas, tarea que le requiere mucha tarea física. Sobre todo ahora que está en una fase de trabajo con alambre, como una de las obras expuestas en esta ocasión.
La actividad sirvió de excusa para reencuentros de guatemaltecos que rondan por París. Jacobo saludando con humildad a cada uno de ellos. Las personeras de la Embajada de Guatemala en Francia lo llaman con mucho cariño: «Don Jacobito, venga y siéntese, no vaya a ser que se canse mucho». «No, no se preocupe, así estoy bien», responde.
Lo que parece increíble, incluso para que haya sido presenciado por mis ojos, es que Rodríguez Padilla no había expuesto antes en una galería de París. ¿Por qué? «Porque el pintor tiene dos caminos: uno es el de hacer dinero, y el otro es el de hacerse de buen nombre. Si yo hubiera querido hacer dinero, hubiera expuesto en una de tantas galerías, quizá hubiera vendido bien, pero yo no quise eso».
Pues, ahora que Jacobo Rodríguez Padilla es un pintor reconocido, se ha permitido exponer en una galería, pequeña, pero amigable. En realidad, es de un conocido suyo y por eso también aceptó la solicitud de exponer.
Jacobo Rodríguez Padilla llegó a París, luego de ganar un concurso artístico en Guatemala, en los tiempos de Jacobo Arbenz Guzmán, viajó a la capital francesa para gozar de una beca. La Escuela de Arte de París recibía, por esa época, a los mejores estudiantes de la plástica del momento. Sin embargo, el golpe al Gobierno de Arbenz lo dejó, como a muchos otros artistas e intelectuales, en un limbo. Poco tiempo después, el gobierno de Castillo Armas cortaba el flujo monetario de la beca a Rodríguez Padilla.
Sin embargo, el continuó su formación, ya sea en París o México, los dos sitios donde radicó y llevó a cabo su obra. A pesar de que el Gobierno no terminó de cumplir la beca ofrecida, Jacobo Rodríguez sentía la obligación moral de devolver a Guatemala lo que un día le fue prestado, y retornó para ofrecer sus conocimientos también a jóvenes artistas del país.
Pero, irremediablemente, la vida le ha marcado un camino lejos del país. Pese a vivir en París desde hace décadas, las referencias artísticas hacia Guatemala siempre están presentes, como los cuadros y esculturas expuestas en esta galería.
Jacobo Rodríguez, cansado quizá de un exhausto día de trabajo, estaba ahí, en la soleada noche de París, soportando el sueño, con la alegría de ver su obra expuesta y porque, gracias a él, se logró reunir una pequeña Guatemala en Francia.
PESAR
Profundo pesar se empieza a gestar dentro del círculo artístico del país, sobre todo porque Rodríguez Padilla siendo el gran artista que es, empieza a vivir sus horas bajas sin que el país entero le haya hecho el reconocimiento. Lo cobijará su familia, pero el país permanecerá a la sombra sin su luz.
La obra plástica de Jacobo Rodríguez Padilla (Guatemala, 1922) ha sido motivo de estudios y comentarios biográficos especiales. Se trata de una figura relevante en el movimiento cultural guatemalteco de las últimas décadas. Las variaciones expresivas en su trabajo giran alrededor del hombre y la naturaleza en una acción constante de globalización de dichos elementos esenciales. Queremos rescatar en esta referencia el espíritu revolucionario del artista en favor de la justicia social y el respeto de la persona humana; herencia valorativa de su padre así como el decidido amor en favor de la creación artística como medio de libertad.
El cultivo del mural fue permanente en Jacobo, siguiendo las huellas de Carlos Mérida (Guatemala, 1891 – 1984) a quien admira, así como a los muralistas mexicanos. Consideramos que su primer viaje a Petén, en compañía de Grajeda Mena (Guatemala, 1918 – 1995), le impactó profundamente, influenciándole en su creatividad. A este período le podemos llamar autóctono, impregnado de las modalidades mayas en todas sus expresiones. El tema indígena en forma directa se hizo presente. Luego en México, su conmovedora vivencia estética frente al muralismo y su aproximación a Diego Rivera (México, 1886 – 1957), consolida su vocación por las propias tradiciones y el mensaje popular.
Jaime Barrios Peña ( ), en opinión sobre la obra de Rodríguez Padilla.