Las horas bajas de Jacobo Rodrí­guez Padilla


Imagen de Jacobo Rodrí­guez Padilla en su última exposición de su obra reciente, en una galerí­a de Parí­s en mayo de 2009. Actualmente el artista sufre quebrantos de salud a sus 88 años de edad. FOTO LA HORA: MARIO CORDERO íVILA

Paradójicamente, cuando el Banco de Guatemala lanza el billete de 200 quetzales exaltando la figura de tres artistas guatemaltecos, el arte en el paí­s vive sus horas más bajas. Con falta de presupuesto para financiar a los grupos de arte estatales, la situación es precaria. Además, sus artistas viven y mueren en la más triste soledad.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

Uno de los casos que mejor ilustran esta situación es la de Jacobo Rodrí­guez Padilla, uno de los referentes de la pintura y escultura de nuestro paí­s en los últimos años.

En los últimos dí­as, Rodrí­guez Padilla se ha puesto grave de salud, y está viviendo horas amargas en Parí­s, donde ha radicado desde hace años.

Juan Jacobo Rodrí­guez Padilla nació en Guatemala en agosto de 1922. Es pintor, grabador, muralista y escultor. Proviene de una familia de artistas; su padre, Rafael Rodrí­guez, también fue un destacado artista plástico, y cuyo esfuerzo fue honrado al ser denominada así­ la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en la cual también estudió Jacobo entre la década del treinta y el cuarenta.

Por una beca del Gobierno de Guatemala, Jacobo Rodrí­guez Padilla estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de Parí­s, en 1953, en la que llegó a ser uno de los dos guatemaltecos ganadores del Premio de la Escuela.

Participó con el llamado Grupo Saker-ti, un grupo literario y artí­stico que buscaba reflejar en su obra los valores sociales y económicos de los gobiernos de la Revolución.

Rodrí­guez Padilla ha realizado los murales de las salas Toltecas y Preclásico del Museo de Antropologí­a de México. Tiene estudios de arqueologí­a en museos de Guatemala, Francia y México. Actualmente vive y trabaja en Parí­s. Es uno de los más importantes escultores, pintores y muralistas que tiene nuestro paí­s.

íšLTIMA VISIí“N

Rodrí­guez Padilla habí­a permanecido por años en Parí­s, con la intención de mantenerse cercano al ajetreo artí­stico que ofrece la Ciudad Luz. A pesar de sus casi 90 años, aún se mantení­a creando obras, lo cual significa trabajar, ganarse la vida, a pesar de su trayectoria y de su cuerpo cansado, que le calma en las horas otoñales de su vida.

En mayo del año pasado, aún tuvo participación pública exponiendo su obra reciente en una de tantas galerí­as de arte que tiene Parí­s.

Ahí­, con su postura cansada, rodeado de gente, se encontraba uno de los grandes pintores (casi) olvidados de Guatemala. Y cansado porque todaví­a pintaba todos los dí­as. Todaví­a hací­a el esfuerzo intelectual de convertir sus ideas en formas plásticas, tarea que le requiere mucha tarea fí­sica. Sobre todo ahora que está en una fase de trabajo con alambre, como una de las obras expuestas en esta ocasión.

La actividad sirvió de excusa para reencuentros de guatemaltecos que rondan por Parí­s. Jacobo saludando con humildad a cada uno de ellos. Las personeras de la Embajada de Guatemala en Francia lo llaman con mucho cariño: «Don Jacobito, venga y siéntese, no vaya a ser que se canse mucho». «No, no se preocupe, así­ estoy bien», responde.

Lo que parece increí­ble, incluso para que haya sido presenciado por mis ojos, es que Rodrí­guez Padilla no habí­a expuesto antes en una galerí­a de Parí­s. ¿Por qué? «Porque el pintor tiene dos caminos: uno es el de hacer dinero, y el otro es el de hacerse de buen nombre. Si yo hubiera querido hacer dinero, hubiera expuesto en una de tantas galerí­as, quizá hubiera vendido bien, pero yo no quise eso».

Pues, ahora que Jacobo Rodrí­guez Padilla es un pintor reconocido, se ha permitido exponer en una galerí­a, pequeña, pero amigable. En realidad, es de un conocido suyo y por eso también aceptó la solicitud de exponer.

Jacobo Rodrí­guez Padilla llegó a Parí­s, luego de ganar un concurso artí­stico en Guatemala, en los tiempos de Jacobo Arbenz Guzmán, viajó a la capital francesa para gozar de una beca. La Escuela de Arte de Parí­s recibí­a, por esa época, a los mejores estudiantes de la plástica del momento. Sin embargo, el golpe al Gobierno de Arbenz lo dejó, como a muchos otros artistas e intelectuales, en un limbo. Poco tiempo después, el gobierno de Castillo Armas cortaba el flujo monetario de la beca a Rodrí­guez Padilla.

Sin embargo, el continuó su formación, ya sea en Parí­s o México, los dos sitios donde radicó y llevó a cabo su obra. A pesar de que el Gobierno no terminó de cumplir la beca ofrecida, Jacobo Rodrí­guez sentí­a la obligación moral de devolver a Guatemala lo que un dí­a le fue prestado, y retornó para ofrecer sus conocimientos también a jóvenes artistas del paí­s.

Pero, irremediablemente, la vida le ha marcado un camino lejos del paí­s. Pese a vivir en Parí­s desde hace décadas, las referencias artí­sticas hacia Guatemala siempre están presentes, como los cuadros y esculturas expuestas en esta galerí­a.

Jacobo Rodrí­guez, cansado quizá de un exhausto dí­a de trabajo, estaba ahí­, en la soleada noche de Parí­s, soportando el sueño, con la alegrí­a de ver su obra expuesta y porque, gracias a él, se logró reunir una pequeña Guatemala en Francia.

PESAR

Profundo pesar se empieza a gestar dentro del cí­rculo artí­stico del paí­s, sobre todo porque Rodrí­guez Padilla siendo el gran artista que es, empieza a vivir sus horas bajas sin que el paí­s entero le haya hecho el reconocimiento. Lo cobijará su familia, pero el paí­s permanecerá a la sombra sin su luz.

SU OBRA Jacobo Rodrí­guez Padilla


La obra plástica de Jacobo Rodrí­guez Padilla (Guatemala, 1922) ha sido motivo de estudios y comentarios biográficos especiales. Se trata de una figura relevante en el movimiento cultural guatemalteco de las últimas décadas. Las variaciones expresivas en su trabajo giran alrededor del hombre y la naturaleza en una acción constante de globalización de dichos elementos esenciales. Queremos rescatar en esta referencia el espí­ritu revolucionario del artista en favor de la justicia social y el respeto de la persona humana; herencia valorativa de su padre así­ como el decidido amor en favor de la creación artí­stica como medio de libertad.

El cultivo del mural fue permanente en Jacobo, siguiendo las huellas de Carlos Mérida (Guatemala, 1891 – 1984) a quien admira, así­ como a los muralistas mexicanos. Consideramos que su primer viaje a Petén, en compañí­a de Grajeda Mena (Guatemala, 1918 – 1995), le impactó profundamente, influenciándole en su creatividad. A este perí­odo le podemos llamar autóctono, impregnado de las modalidades mayas en todas sus expresiones. El tema indí­gena en forma directa se hizo presente. Luego en México, su conmovedora vivencia estética frente al muralismo y su aproximación a Diego Rivera (México, 1886 – 1957), consolida su vocación por las propias tradiciones y el mensaje popular.

Jaime Barrios Peña ( ), en opinión sobre la obra de Rodrí­guez Padilla.