Alexia Ulibarri visualiza una primavera-verano 2013 para una mujer que se convierte en «Lolita» japonesa gracias a vestidos y faldas que retoman elementos de la época victoriana, creaciones que presentó el miércoles en la Semana de la Moda de la Ciudad de México.
Sus diseños hacen «un homenaje a la mujer que con su fuerza diaria y espontanea feminidad rompe los rígidos moldes de la sociedad actual», según explicó en sus notas.
Para tal efecto la diseñadora mexicana se inspiró en la cultura nipona de las «Lolitas», caracterizadas por el uso de prendas que remiten a la aristocracia victoriana, y en el «Ballet triádico» de Oskar Schlemmer, integrante de la escuela Bauhaus.
Aunque sencillas, las prendas de Ulibarri destacaron por el cuidado en los detalles de sus prendas básicas como faldas cortas, pantalones extra cortos y faldas plisadas.
La creativa demostró que su maestría radica en la mezcla de texturas, al incluir distintos materiales como piel y encajes aplicados con técnicas como plisados y drapeados con los que logró siluetas favorecedoras en vestidos de cóctel y vestidos de gala.
De entre sus piezas sobresalió un vestido tipo columna en azul cielo de suaves caídas a las que les dio un volumen sutil gracias a un plisado y en el que delineaba la cintura con paneles laterales negros.
La Lolita de Ulibarri conservó algo de romanticismo e inocencia través de elementos como cuellos tipo babero y estampados de lunares, mientras que un par de ombligueras ajustadas sin tirantes remitían a los corsés del siglo XIX que emulan esas chicas japonesas.
Por encima de todo, Ulibarri se mantuvo fiel a sus cortes geométricos, mismos que aderezó con encajes, brillos y una paleta de tonos pastel.
Aunque se dirigió a una mujer más madura, también encontró espacio para lo lúdico con blusas que confeccionó en gasas estampadas con la imagen de unas gafas creadas por la fotógrafa mexicana Anairam, las cuales remitían a la estética exagerada de las Lolitas.
Ulibarri cerró su desfile con una aristócrata de aires pop que lució una voluminosa y pesada falda en un intenso tono rosa a juego con un corsé con lentejuelas y los lentes de Anairam.
Por otro lado, las hermanas Julia y Renata Franco demostraron que si la primavera se trata de algo es de movimientos y telas ligeras con las que crearon «Migración – desplazamiento», una colección femenina impregnada de formas orgánicas y texturas volátiles.
Conservando su estética conceptual, la firma ofreció una serie de vestidos, casi en su totalidad largos, que emulaban el movimiento de las aves. Las hermanas Franco explicaron que su idea se basa «en la transición de emigrar y establecerse, en el movimiento y la constante evolución de un ser humano, un ave».
De ahí que enviaran a la pasarela a una modelo que lució un vestido hasta el tobillo en tono mostaza y con mangas que tocaban el suelo.
La mujer éterea que propusieron las creadoras arropa sin empacho las formas orgánicas que plasmaron en vestidos tipo túnica de caída ligera, que en ocasiones combinaron con pantalones de terminación amplia.
La selección de telas se centró en algunas viscosas sedas y gasas que, combinadas con una concreta paleta de mostaza, azul marino, gris y rosa, así como algunos estampados digitales lograron evocar el andar sobre la Tierra.
Posicionadas como una de las duplas más reconocidas de la moda mexicana, las creativas hicieron gala de su maestría en los drapeados y la perfección en terminados.
Si la moda estadounidense tiene a las hermanas Kate y Laura Mulleavy (de Rodarte), la escena mexicana cuenta con Julia y Renata, para quienes toda conversión implica una reinterpretación de la silueta femenina.
La ocasión adquirió tintes andróginos gracias a vestidos que remitían a la clásica «boyfriend shirt» y a otros de siluetas deconstruidas, como el modelo con que cerraron sus desfiles: una pieza azul marino de gran amplitud cuya caída ocultaba la silueta femenina.