Las esperanzas en el cambio de régimen


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Los resultados de las elecciones generales otorgan un mandato al General Otto Pérez Molina para que pueda ejercer el gobierno durante los siguientes cuatro años; este mandato viene de la generalidad; es decir, del pueblo, de la mayorí­a de personas que creyó en su propuesta y sus discursos y confí­a en que los mismos se implementarán dentro de la gestión que iniciará el próximo año. Este entusiasmo es el mismo que ocurre con cada recambio de gobierno, en donde muchos creen que efectivamente el estado de cosas sufrirá cambios significativos y profundos, en donde la mayorí­a se sentirá beneficiada.

Juan José Narciso Chúa

 


Lamentablemente, las esperanzas se quedan en meros sueños; irreales, cortos, agradables pero inexistentes.  Durante los últimos 25 años la población ha creí­do en determinados lí­deres en quienes ha depositado su confianza y la ha ratificado a través del voto.  Tal vez los casos más emblemáticos son los de Cerezo, Portillo y hoy Pérez Molina, en donde la cantidad de votos constituyeron una cantidad apreciable de ciudadanos que se entusiasmaron con ellos como lí­deres, en sus propuestas y sus equipos de trabajo.  Desafortunadamente ni con los más votados, ni con los menos votados, el estado de situación del paí­s ha cambiado dramáticamente, es más en la actualidad, continúa mostrando graves falencias en diferentes aspectos.  En lo social, las condiciones de salud, educación, vivienda y seguridad social continúan mostrando sus rezagos considerables en términos de cobertura, de recursos humanos, de equipamiento, de medicina, de unidades habitacionales y aquellos cubiertos por la seguridad social todaví­a constituyen un cuarto del total de la población económicamente activa, resultados visibles, la educación todaví­a no se ha tomado en serio como un factor dinámico de movilidad social; la salud se sigue viendo como una mercancí­a de tipo privado y la salud pública sigue en graves retrasos con respecto a las necesidades de la población urbana y rural; la vivienda todaví­a es un espejismo lejano y la seguridad social se sigue centrando en atender a aquellos que se encuentran dentro del sistema, con serios conflictos en la actualidad por cambios de medidas paramétricas y con pocos avances en la cobertura.

En términos de las finanzas públicas, hoy la situación es peor con respecto de los últimos veinte años.  La cooperación financiera ha retrocedido; la gestión financiera ha dado muestras de poca efectividad en convertir el presupuesto en instrumento de redistribución de la riqueza; la tributación aunque ha mejorado, no ha podido modificar su estructura regresiva y se continúa descansando en los impuestos indirectos; mientras los sectores económicos poderosos continúan obtusamente con su mismo discurso de antaño; sin presentar alternativas serias en esta materia; la deuda pública interna y externa se han multiplicado peligrosamente y el costo del servicio de la deuda constituye un auténtico costo de oportunidad social, pues casi se paga lo de un presupuesto de educación o salud.

La competitividad, el empleo y la transformación productiva, todaví­a está empezando; principalmente en un paí­s en donde la competencia no es real; se siguen administrando precios; se continúan reduciendo las posibilidades de competir abiertamente; se siguen concentrando los sectores productivos y con ello limitando las posibilidades de crecimiento de empresas.  El sector informal continúa creciendo como resultado de la expulsión o de la incapacidad de encontrar un mercado abierto y competitivo; con lo cual las posibilidades de empleo continúan siendo sumamente estrechas y se hipoteca el futuro de generaciones de jóvenes que intentan trepar al mercado laboral.

Las élites económicas en cada cambio de régimen saben que cuentan con la cúpula del gobierno y que a través de un intercambio compensado de intereses, a través del mecanismo de la corrupción se aseguran que las polí­ticas públicas continúen favoreciéndolos, se aseguran de activar sus privilegios, exenciones, subsidios y otras granjerí­as, para lo cual cuentan con sus propios funcionarios de gobierno que obedientes se olvidan que la esperanza de la mayorí­a fue que se beneficiaran todos y no un grupo reducido; con lo cual aquel mandato que otorga la mayorí­a del pueblo a un nuevo régimen, se trastoca totalmente y terminan favoreciendo los mismos intereses de todo el tiempo.

Lamentable la nula visión de las élites oligárquicas que no pudieron visualizar una sociedad más justa y equitativa, cuando han manejado los intereses de la nación a su antojo y que mal los gobiernos que por medio de la corrupción se aseguran millones para sus patrimonios personales y se olvidan de cumplir con su mandato.  Ojalá que este nuevo gobierno comience a cambiar este estado de cosas; difí­cil, pero no imposible, el derecho de la duda continúa vigente.