Para este 27 de agosto se anuncia un celestial acontecimiento: se afirma que Marte se va a ver del mismo tamaño que la Luna; según eso va a ser una luna roja a la par de la luna de plata, nuestra sempiterna y fiel compañera nocturna. Si usted logra presenciar o cree ver ese fenómeno, debe atender estos consejos: 1) Pida cita con el oculista de su confianza para que le revise la visión o la gradación de sus anteojos (o usted limpie sus lentes), un oculista que como máximo lo haga esperar una hora en antesala, uno que no le cobre mucho a pesar de que usted no tiene seguro y que, claro está, que le extienda la factura correspondiente (incluyendo el IVA). 2) Si persiste viendo al planeta rojo como a la Luna, le aconsejo que revise su recetario de medicinas, evitando aquellas que puedan tener efectos aleatorios, o, en su caso deje de tomar bebidas espirituosas, sustancias psicotrópicas, alucinógenas, o cualquier otro elemento que pueda afectarle el buen discernimiento y percepción de la realidad. 3) Si continúa la visión, le recomiendo que saque sus cámaras y grabe esa panorámica de las dos lunas porque NUNCA se va a volver a repetir, ni en 10 años, ni en 60 años, ni en mil años, ni en un millón de años, en ese caso va a ser definitivamente la última vez, por eso tómele muchas fotos, no para la historia, que ya no va a haber ninguna, sino porque simplemente el portento lo merecería. 4) Relacionado con el punto anterior, cuando vea a Marte de ese tamaño póngase a rezar, orar, meditar, reconciliar con Dios cualquiera que sea su interpretación o creencia, como decían las abuelitas «que Dios nos coja confesados»; porque esa sí sería un signo inequívoco del fin de los tiempos, una señal clara en los cielos que anuncia el colapso de nuestro mundo, tal como se menciona en los Evangelios. Nuestra Luna no es solamente un elemento romántico, un cuadro inspirador en noches de meditación; tampoco una exhibición astral que danza en sus diferentes etapas hasta culminar en el esplendor de la luna llena. Tiene por el contrario un efecto práctico vital en el desarrollo de la vida terrenal.
Es la causante de las mareas que movilizan los océanos que cubren el 70% de la superficie del planeta; asimismo sirve de contrapeso para mantener ese mágico ángulo de 23º de inclinación que da vida al devenir eterno de las estaciones, también su luz cada 28 días marca un ritmo en la vida de los seres vivos de la tierra. El Creador ha diseñado con divina precisión el trazo de la órbita que debe seguir cada uno de los planetas, colocando a cada astro en su exacto lugar para integrar el escenario en el que debe desenvolverse el drama de la humanidad. Guardan entre sí una interacción en medio del etéreo vacío.
Claro, están en perpetuo movimiento y a la larga habrá de salirse de sus órbitas pero eso no se puede apreciar desde la insignificante cronología humana acostumbrada a medir por días, años, décadas o si mucho siglos, cuando esos movimientos siderales se computan por cientos, miles o millones de años. Es cierto, en sus respectivos movimientos tanto Marte como la Tierra llegan a puntos de mayor cercanía pero no a los niveles que permitirían tales espectáculos. A grandes rasgos si la Tierra tuviera el tamaño de una pelota de básquet y la colocamos en medio del Parque Central, la Luna del tamaño de una pelota de tenis, estaría a una distancia de 15 metros y Marte, como pelota de softbol estaría en la Torre del Reformador.
Para que Marte se viera como la Luna tendría que aproximarse al viejo edificio de Correos y eso sí sería salirse de su órbita, afectando todo el equilibrio planetario. En ese caso, como arriba expongo, mejor prepárese, agáchese aunque eso no le servirá de mucho porque si Marte se acerca tanto el equilibrio gravitacional se descalabra y todo el balance se viene al suelo. Marte y la Tierra estarían en un proceso inevitable de choque violento por la mutua atracción, del cual nadie se salvaría.
Aunque sin llegar a un encuentro, el equilibrio del sistema planetario es tan delicado que cualquier alteración afectaría catastróficamente la vida en la Tierra. Por lo tanto si Marte se acercara tanto, haga como hicieron el 31 de diciembre del año 999, o como muchas veces en la historia que autodenominados profetas han anunciado el día del fin del mundo, en esos casos todas las deudas se condonaron, todas las ofensas se perdonaron, todas las conciencias se alivianaron, se regalaron todos los bienes, los creyentes se vistieron de blancas túnicas esperando ese fin del mundo. Acaso coinciden las profecías antiguas con la de los mayas que hablan del 2012, pero en todo caso no será el 27 de agosto del 2009. Otro día será. Mientras tanto siga viviendo como si cada día fuera el final y por cierto, no crea todo lo que dicen los correos electrónicos.