Las del pastorcito


Editorial_LH

La fábula del pastorcito que a cada rato alertaba a los pobladores que el lobo depredador merodeaba en los alrededores culmina cuando nadie le hizo caso el día en que efectivamente el lobo llegó y pudo devorar tranquilamente no sólo a los animales de las granjas, sino que hasta a los granjeros. Lo mismo parece que le puede ocurrir a nuestro flamante Ministro de Finanzas, quien cada vez que tiene algún problema anuncia a los cuatro vientos su renuncia para luego reconsiderar sus decisiones.


Primero fue cuando renunció para no seguir siendo interpelado, lo que metió al Congreso en un brete de todos los diablos porque no existe marco legal para suspender, y menos aún para reanudar, la interpelación del titular de una cartera que presenta su renuncia y luego se queda en el puesto porque no le aceptaron la dimisión.
 
 La segunda vez fue cuando se enfrentó con el titular de la Superintendencia de Administración Tributaria, Miguel Gutiérrez, porque no cuadraban las cuentas de la recaudación con las estimaciones que había hecho el ministro. Enfrentados públicamente en un debate poco edificante, el Presidente se vio obligado a llamarlos al orden y en ese incidente se produjo otra renuncia al estilo del pastorcito, es decir, solo por fregar la pita sin que la intención real fuera llegar al cese de sus funciones.
 
 Y ahora pareciera que la actitud de los empresarios que han interpuesto recursos de inconstitucionalidad contra la reforma fiscal impulsada precisamente por el ministro Centeno, le ha llevado a utilizar nuevamente el petate del muerto y declaró en una entrevista formal que iba a renunciar porque además de los problemas que representa el riesgo de que el fisco se quede con menos ingresos si prospera alguna inconstitucionalidad, su salud está muy minada y ha abandonado a su familia. Por ello, dijo el ministro, voy a renunciar.
 
 Y pocas horas después el presidente Pérez Molina desmentía lo que había dicho el mismo ministro y dijo que no había tales. Que Centeno seguiría trabajando en los asuntos que tiene a su cargo y que no han platicado nada de la mentada renuncia. En otras palabras, pareciera que así como plantó a los diputados con la renuncia la vez pasada, quiere ahora hacer que la todopoderosa Corte de Constitucionalidad tambalee en el conocimiento de los recursos que conoce en materia tributaria, para  garantizar que aun con inconstitucionalidades que puedan existir, los magistrados antepongan al derecho la evidente y obvia necesidad que tiene el Estado de recursos.
 
 Pero cuando el ministro de verdad quiera renunciar, ya ni Pérez Molina le va a creer, tal y como le pasó al pastorcito del cuento.

Minutero:
Cuando surge algún problema 
corre el ministro y anuncia 
con tono grave y mucha flema 
que ya está harto y que renuncia