Yo consideré un acierto del presidente electo, Otto Pérez Molina, designar al doctor Eduardo Stein como coordinador del equipo de transición porque pocas personas en Guatemala tienen el conocimiento de la administración pública que tiene quien fuera un muy influyente y decisivo Vicepresidente. En realidad, la transición para ser efectiva no depende tanto de lo que quiera informar el equipo saliente, sino de lo que quiere conocer el equipo entrante y generalmente los que preguntan no saben qué es lo importante y de ahí la importancia del papel de Stein.
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Y efectivamente, en su informe de ayer la comisión que preside dio cuenta de cuestiones que son fundamentales y que no hubieran sido detectadas por el ojo de un amigo de Pérez Molina, como generalmente se hace cuando se habla de transición, no digamos en casos como el anterior cuando Colom todavía andaba el 14 de enero viendo cómo completaba el gabinete porque no tenía equipo para gobernar. Y el resultado es que el gobierno hizo un mal manejo de los créditos porque usó la deuda pública para sufragar gastos de funcionamiento con la malévola intención de liberar los recursos que se habían asignado a ese fin, de manera que pudieran hacer transferencias a diestra y siniestra para cumplir los caprichos políticos de la esposa del Presidente.
Que no vayan a hablar luego de que hay cacería de brujas cuando se exija que se cumpla con lo que establece la ley, especialmente en cuanto al destino que se puede dar a los fondos provenientes de empréstitos, no digamos cuando se cuenten las costillas sobre la forma en que se manejaron las partidas transferidas con esa paja, inventada por Fuentes Knight, de que únicamente se transferían espacios presupuestarios.
Porque siempre pasa lo mismo y quienes tienen obligación de asumir responsabilidades se rasgan las vestiduras y lanzan sapos y centellas contra quien los acusa, contra el Ministerio Público, contra la Contraloría (en casos como este), y contra los jueces si éstos toman en serio y valoran las pruebas. Ya sabemos que vivimos en un país donde todos se visten de primera comunión y nadie es responsable de nada, especialmente en los delitos cometidos con sofisticados manejos financieros que pretenden, de entrada, borrar huellas y evitar que pueda haber persecución penal en contra de los responsables.
Creo que a partir de la transición, en la que se detectó de entrada una deuda flotante que es una olla de porquería enorme en la que han hecho un caldo asqueroso para encubrir negocios de todo tipo, se pueden deducir responsabilidades y que eso no es negativo para el país, sino que será siempre un buen precedente si entendemos que no se trata de cobrar una factura ni de encarcelar a Colom por venganza sino que es un acto de justicia para que nunca más los políticos se sientan inmunes. El error que hubo tras lo de Portillo fue que nadie asumió como política de Estado el combate a la corrupción porque principalmente le estaban pasando una factura al expresidente por cosas que dijo desde el poder, más que por cosas que hizo porque él ciertamente picó la cresta de muchos sin llegar al fondo de lo que decía que iba a hacer para aplicar la ley a todos.
Ya sabemos que en esto, como en otros casos notables de la historia y del presente, habrá un fuerte sector de la prensa y la opinión pública a favor de proteger a quienes hicieron malos manejos, pero cada vez es más evidente que hay pasos firmes hacia un mayor compromiso y responsabilidad de las instituciones del sector justicia, especialmente el Ministerio Público y hay atisbos en el Poder Judicial.