Ahí, colgado del cincho, al lado derecho de la cintura llevo mi celular, que siento que ya merito sonará. Y de verdad, en ese momento llama d. Luqui quien quiere consultarme si no será mucho las cuatro cucharadas de leche de magnesia que le prescribí.
Y la consulta llega cuando falta un cuarto para la una, y yo voy conduciendo mi automóvil por la 19 calle de la zona 10 y voy llegando al crucero de la 6ª. avenida, rodeado de carros que compiten en veloz carrera.
Cuando sonó el celular yo estaba detenido, esperando que el semáforo en rojo se pusiera en verde para entonces poder girar hacia la izquierda. Sin embargo, como en ese momento estaba detenido, procedí a contestarlo y me encontré con la consulta de la estreñida d. Luqui. También en ese momento estaba esperando llamada del médico residente en la Emergencia de nuestro hospital, quien me avisaría en cuanto llegara la ambulancia que llevaba a la mamá de d. Gladys, una viejecita con diarrea a quién la había encontrado desmayada en la cocina.
Por eso fue que sentí que tenía que atender el celular por si acaso era preciso que regresara al hospital, pero, en cuanto dije: ¡Aló! se encendió el verde del semáforo y yo tenía obligadamente que reiniciar la marcha y medio manejar el timón con la izquierda y hacerlo girar.
¡Un momento! ¡un momento! Respondí, dejé el aparatito sobre el sillón delantero para poder usar las dos manos y enfilé por la 6ª. avenida para encontrarme ahí nomás el crucero de la 20 calle que tenía su semáforo en rojo y me obligó a frenar. Me detuve y recogí el celular, cuando, en ese mismo instante, se encendió el verde. Nuevamente, luego de haber dicho ¡aló! tuve que decir ¡!un momento, un momento!! Y reiniciar mi giro, nuevamente sobre la izquierda, hacia la 10ª. avenida de la zona 14.
Fue en ese trecho que mientras conduciendo y rodando por fín pude atender la llamada que creía venía de la Emergencia, pero resultó ser la señora del estreñimiento, quien, exigente, me exigía que le dijera si de verdad eran cuatro las cucharadas.
Una vez más insistí que sí, que eran cuatro, pero en medio de toda esa confusión, me pregunté si mejor no hubieran sido solo dos. A lo mejor si se toma cuatro le provocó a d. Luqui una diarrea que la desmaye.
«Mientras maneje no hable por el celular»,dice la nueva estricta orden de d. ílvaro Alcalde, y, cuando uno se da cuenta de lo peligroso que es querer atender varias cosas a la vez, le da toda la razón.
Me parece que hay algunos celulares con unos sostenedores para llevarlos al lado del timón y que al sonar, con solamente presionar un botón, se conectan. Puede uno, entonces atender a la desmayada con diarrea y también a la señora fufurufa del estreñimiento, sin tener que soltar el timón. Tanto d. Gladys como d. Luqui quedaron complacidas por mi atención.
Creo en lo atinado de la nueva ley de nuestro estricto Alcalde, ley que, indudablemente, se podrá cumplir mejor cuando se promociona el uso de esos teléfonos sostenidos al lado del timón. Algún empresario relacionado con la telefonía se podría interesar ya que sería un buen negocio y una obra de caridad.