Las cifras de la muerte


Existen discrepancias entre las cifras que maneja el Ministerio de Gobernación respecto a la cantidad de muertes violentas que ocurren diariamente y los datos que aporta el Instituto de Ciencias Forenses, Inacif, que en sus morgues recibe los cadáveres de las personas ví­ctimas de la violencia. La diferencia puede situarse en el orden de cuatro o cinco muertos más reportados por el Inacif respecto a los que indica el Ministro de Gobernación que apenas contabiliza diez muertes violentas diariamente.


Diez o quince muertos diarios es, de todos modos, una cantidad demasiado elevada y cuando vemos la situación relacionada con las familias que sufren la pérdida, tenemos que entender que un crimen es demasiado y resulta inaceptable, no digamos esa cifra escandalosa que nos coloca en una situación verdaderamente lamentable.

Pero si a las cifras de la muerte sumamos las cifras de la impunidad, el panorama se vuelve mucho más desolador y por ello es que cada dí­a surgen más propuestas que en el fondo tienen la finalidad de propiciar alguna forma de limpieza social para salir de los criminales de toda calaña. Porque el problema de Guatemala es doble y tiene que apuntar al incremento, toda vez que en la medida en que los asesinos se dan cuenta que pueden actuar con total y absoluta tranquilidad porque ni la PNC ni el Ministerio Público ni los tribunales harán nunca nada para castigarlos, se sienten alentados a continuar e incrementar su macabra actividad.

No existe otra forma de contener el crecimiento de la criminalidad que mediante la aplicación de la ley para escarmiento de los delincuentes. Pero Guatemala, por desgracia, es un paí­s en el que está demostrado que quien la hace no la paga y no hablamos únicamente de los polí­ticos corruptos que se benefician del sistema, sino también de los ladrones, asaltantes, secuestradores y asesinos que han hecho del crimen su medio de vida porque el sistema les alienta a seguir delinquiendo al no atinar a implementar acciones que le pongan fin a la impunidad.

Nada más frustrante que ver la forma en que los delincuentes quedan sin castigo y que las cifras de la muerte corren parejas con las cifras de la impunidad, porque no hay voluntad polí­tica de cambiar las cosas y hacer que se aplique la ley con efectividad.

Una sociedad que diariamente ve que matan a los ciudadanos honrados y que nadie recibe castigo tiene que sentirse derrotada e incapaz de salir adelante. Por ello es que urge que entendamos que la lucha crucial para el paí­s, la más importante e impostergable es la que nos obliga a enfrentar la impunidad con todo vigor y energí­a.