Podría pensarse que tras las capturas de ayer, que evidencian la participación de gente del crimen organizado en el asesinato de los diputados salvadoreños y su piloto, el panorama se va aclarando y la presión sobre las autoridades tiende a decrecer. Yo pienso que es todo lo contrario y que esas capturas indican cuán grave es la situación que el Gobierno no ha querido encarar, puesto que no desvirtúan las evidencias abrumadoras de que existen escuadrones de la muerte en el seno de la PNC, pero sí confirman que esos escuadrones no trabajan sólo para promover la mal llamada «limpieza social», sino que actúan en contubernio con los carteles de la droga y las bandas del crimen organizado.
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Para los ingenuos que siguen creyendo que la existencia de los escuadrones de la muerte es una especie de «sana necesidad» para combatir el crimen y a las pandillas, este vínculo entre grupos del crimen organizado y los agentes de la policía que mataron a los diputados del Parlamento Centroamericano, aunque haya sido porque creyeron que eran narcotraficantes, es una prueba contundente de que al armar grupos que operan en la clandestinidad «aplicando justicia», se les otorgan poderes y facultades que muy pronto terminan siendo utilizadas ya no sólo para eliminar a los delincuentes (reales o supuestos) sino que también para hacer negocios y torerías en contra de la población.
Si un Presidente cree que puede tener control de los grupos de asesinos que conforman los escuadrones de la muerte y que éstos no van a actuar más que cuando reciban órdenes y en contra de blancos debidamente seleccionados, está en gallo. La historia demuestra que esos grupos siempre se terminan saltando las trancas porque para quien se acostumbra a matar y lo puede hacer con sangre fría, sin remordimiento, no hay razón que le impida utilizar esa «especialidad» para sacar el máximo provecho.
Quienes se complacen pensando que ahora que se sabe que había otros grupos ajenos a la PNC en la muerte de los diputados del Parlacen porque ello alivia la presión sobre nuestra policía, están totalmente equivocados porque estas capturas lo que demuestran es que estamos peor de lo que habíamos supuesto. La forma en que operaron los agentes involucrados no deja lugar a dudas sobre la existencia de escuadrones de la muerte y sin duda que ellos actuaron de conformidad con un código establecido y cumplieron con los protocolos que deben observarse en todos los casos similares, cuando actúan en contra de sospechosos de transportar droga o dinero del narcotráfico.
Porque si la existencia de escuadrones de la muerte es preocupante y debiera obligarnos a los ciudadanos a exigir que cese ese tipo de prácticas, más aún cuando se hace evidente que han establecido vínculos estrechos con el crimen organizado y que no limitan sus actuaciones a lo que algunos ingenuos chapines siguen considerando como «limpieza social» cuando en realidad es una verdadera acción criminal que envilece y emputece al mismo estado y a la sociedad que tolera y hasta aplaude ese tipo de procedimientos.
Puede ser abrumadora la cantidad de gente que aplaude a los escuadrones de la muerte y la limpieza social, pero hechos como los que ahora se comentan vienen a confirmar que están ciegos quienes piensan que esa es una buena forma de enfrentar el problema. Lo estamos complicando y el Gobierno se enreda más al no querer admitir que no es que esté penetrado por el enemigo, sino que el mismo Estado ha creado al peor enemigo de la sociedad al otorgar impunidad a los escuadrones de la muerte.