Si hay un factor interesante para analizar en el presente proceso electoral es el elevado número de mujeres candidatas a la Presidencia o Vicepresidencia. Los principales partidos tienen dentro de sus binomios a una mujer. En un país que se ha caracterizado por el machismo y el conservadurismo, este hecho nos debe llamar a la reflexión.
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¿Han evolucionado los partidos en cuanto a su cultura machista y caudillista? ¿Se han vuelto incluyentes y democráticos? O más bien, ¿Estamos presenciando un show político acorde a la coyuntura?
Para llegar al fondo de estos cuestionamientos es importante analizar estas candidaturas desde la perspectiva de la inclusión femenina dentro de los partidos políticos. Tradicionalmente las mujeres han estado excluidas de las esferas del poder y la toma de decisiones al considerarse el ámbito de lo público como propio de los hombres. A pesar de que las mujeres se han integrado a la política, aún no han logrado compartir el poder que es el privilegio masculino. Se mantiene vigente en los partidos una cultura política y códigos de conducta patriarcal que las discriminan.
Los datos y las estadísticas evidencian que la poca inclusión de las mujeres en las instituciones partidarias se da en todos los niveles. Es una constante que a medida que se asciende en la jerarquía del partido, disminuye la presencia de mujeres, es decir, donde hay más poder hay menos mujeres.
En este sentido, pese a que son más los hombres que las mujeres afiliadas a los partidos políticos, la presencia femenina es significativa y se encuentra entre el 30 y el 50%. Sin embargo, en los comités ejecutivos municipales, departamentales y nacionales, la representación de las mujeres disminuye considerablemente. La baja representatividad en estos espacios evidencia que el poder político, la conducción y dirección de los partidos se encuentra en las manos de los hombres.
Por último, y como reflejo de lo anterior, en los listados de candidaturas a puestos de elección popular, la baja representatividad femenina continúa siendo una constante. Usualmente, los partidos -en su gran mayoría- presentan mujeres en menor número y, además, en puestos que no son elegibles.
Si existe una verdadera transformación en cuanto a la inclusión y la democratización interna de los partidos, los datos anteriores tendrían que empezar a cambiar en estas elecciones. Las candidaturas y los lugares que se ocupan permitirán medir si realmente existe un cambio o no. Hasta el momento, el balance es negativo.
Pese a que los partidos hacen alarde de inclusión, los listados presentados por las agrupaciones políticas que encabezan las encuestas (Patriota, UNE, Líder, VIVA, Unionistas) reflejan todo lo contrario. Las mujeres son minoritarias y muy pocas resultarán electas, ya que no se encuentran posicionadas en puestos elegibles.
El elevado número de candidatas no es más que una estrategia electoral, sin verdaderos cambios estructurales en términos de democracia e inclusión a lo interno de los partidos políticos. La situación se presenta más compleja que en las elecciones pasadas, ya que las mujeres que realmente saldrán electas serán, probablemente, menos, y nuestra democracia, por tanto, será menos democrática y representativa.