Desde la antigí¼edad en el derecho romano y su posterior adaptación en España, el municipio ha sido la figura de administración pública más cercana a la población. Por excelencia la administración del municipio conlleva en sí misma el principio de proximidad del gobierno respecto de los gobernados.
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Cuando la complejidad y las dimensiones del municipio alejan a la autoridad de los vecinos, se inicia una ruptura que lastimosamente en nuestra legislación electoral no fue desarrollada para garantizar una efectiva representatividad de los vecinos aglutinados en sus respectivos municipios. Nuestro país con sus 333 jurisdicciones municipales se apresta para el evento electoral del próximo 11 de septiembre, fecha en la que habremos de elegir no únicamente a los mencionados en las cinco papeletas, también se elegirá a la corporación municipal de cada uno de esos 333 municipios. ¿Qué sabemos de esas planillas? ¿Qué debiéramos saber?
La administración municipal y su concejo no siempre fueron objeto de elecciones. En el pasado y desde la Constitución de Bayona en 1808, la autoridad edil fue nombrada directamente desde el gobierno central. De hecho una de las primeras “confusiones†entre la obra pública municipal y la gestión de recursos lo constituyó el diputado “distritalâ€, pues a este se elegía en tanto al administrador (ejecutor) se le nombraba desde el centro del gobierno colonial primero y luego desde los sucesivos gobiernos centrales instaurados después de 1821. Con el Movimiento Revolucionario de 1944, llegó la autonomía municipal y con ello la elección de sus propias autoridades. La decisión político-administrativa más importante para dinamizar al país, tardó en percatarse de su potencial y fue prácticamente cuarenta años más tarde (con la vigencia de la actual Constitución Política de la República –1985–) que se lanza el desarrollo del concepto y de la gestión desconcentrada y descentralizada. Aún falta, pero se han dado importantes pasos desde entonces.
La autoridad local, el Alcalde Municipal y con él otras acepciones del poder local, síndicos, concejales, alcaldes auxiliares, conforman un conjunto administrativo cuya especialización ha ido en aumento dependiendo directamente de la complejidad del municipio del que son sus autoridades. En algunos de nuestros municipios se ha incorporado la figura del Alcalde Indígena, para resaltar un modo de gestión propio de los pueblos originarios. El alcalde electo se lleva dentro de su planilla a los síndicos titulares y suplentes, en tanto la corporación se termina de integrar con los concejales que llegan a ésta mediante el procedimiento proporcional de minorías. Así, si en un municipio el alcalde gana con un 25 % de los votos válidos, esa corporación tendrá en concejales el restante 75 %, lo cual hará compleja la toma de decisiones. La rendición de cuentas (una obligación cuatrimestral encontrará empañamiento) así como el cabildo abierto, serán un ejercicio de poca práctica en este municipio. En las pasadas elecciones de los 332 municipios de entonces, únicamente DIEZ conformaban una corporación con mayoría unipartidaria.
En las manifestaciones públicas, pero sobre todo en los últimos foros y entrevistas se han expresado el contenido de las aspiraciones por alcanzar la administración edil, principalmente del municipio de la ciudad capital y de algunas cabeceras departamentales. En la primera de las jurisdicciones señaladas, llama la atención que el alcalde actual, que busca la tercera reelección, se ha concretado a ofrecimientos virtuales tanto en sentido literal como figurativo. El principal contendiente a manifestar ofrecimientos intangibles cuyos conceptos, gracias a su universalidad, dicen todo y no concretan nada. De los otros aspirantes que mencionan las encuestas, surgen ideas interesantes como la reorganización administrativa del Distrito Metropolitano y la puesta en práctica de la noción de ciudadanía (activa) para la búsqueda y solución de los complejos problemas derivados de un urbanismo caótico como el tránsito vehicular, el manejo de los desechos sólidos, aguas residuales y agua potable entre los más relevantes.
En la actualidad no se puede aspirar a la conducción de un municipio tan complejo como el de Guatemala, sin una adecuada organización comunitaria que sea el adecuado puente y agente multiplicador de las aspiraciones del candidato. Esta organización comunitaria, como modelo puede hacer la diferencia en el resultado de los comicios. Aquél partido político o comité cívico que pueda estructurar un nivel organizativo expansivo podrá erigirse como la autoridad municipal electa. No es solo de anuncios publicitarios, se trata de organización comunitaria, de organizar a los vecinos y de estimular su participación. La construcción de un modelo de gestión en efecto “humano y para vivirâ€, pasa obligadamente por organizar al vecino ya.