Lapidario resultado de una investigación


Oscar-Clemente-Marroquin

Hace varias semanas decí­a yo que la falta de transparencia en el manejo de los datos hací­a difí­cil realizar análisis sobre el impacto real de los llamados programas sociales, y ayer se conoció un estudio en el que se demuestra que las transferencias de 300 quetzales a ciertas familias no ha tenido ningún efecto en la disminución de la pobreza ni en el í­ndice de asistencia a las escuelas, puesto que no hay diferencia entre las familias beneficiarias del programa.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Se demostró, además, el manejo polí­tico que se ha hecho de las transferencias, no sólo en cuanto a la propaganda que acompaña al programa y el adoctrinamiento que reciben las madres beneficiarias, sino también en cuanto a la selección de los que obtienen ese apoyo económico, puesto que no se trata de las familias más necesitadas, sino de aquellas que dicen, por lo menos, que están de acuerdo con las finalidades polí­ticas del programa.

Por supuesto que nos dirán que se trata de una nueva expresión de esa “conspiración” que según ellos hay para evitar que la candidata presidencial sea inscrita y que se le reconozcan sus méritos. Acusarán a los encargados de hacer el estudio de haberse vendido a la oposición que, según ellos, controla todos los hilos del paí­s. Sin embargo, vale la pena pedir a los responsables del trabajo que publiquen detalladamente sus hallazgos para verificar la seriedad de la investigación y evitar una polémica estéril.

En muchos lugares del mundo funcionan eficazmente programas sociales de transferencias condicionadas que han dado muy buen resultado y que, en el mediano y largo plazo, son herramientas que sirven para abatir los í­ndices de pobreza a partir de una mejor educación de los niños. Hace más de tres años, cuando empezaba el programa en Guatemala y era agriamente criticado bajo la premisa de que habí­a que enseñar a pescar a la gente y no regalarles el pescado, yo decí­a que justamente esas transferencias apuntaban a eso, a enseñar a pescar, pero que era fundamental que se manejaran los recursos con la más absoluta transparencia para no destruir un instrumento que se ha demostrado eficaz en otros paí­ses.
 
 Pero si algo distinguió a los programas desde su inicio fue la ausencia de claridad y transparencia. Decí­an que era para que la oposición no se aprovechara de ellos, pero cuando algo se hace bien no hay que andar ocultando nada y por ello se acabó mi absoluto apoyo a la idea inicial, puesto que la misma forma en que encriptaron datos cuando se vieron obligados a entregarlos era una prueba fehaciente de que algo se querí­a ocultar.
 
 Ahora se comprueba que la conformación de los listados de beneficiarios no corresponde a la situación de pobreza de la gente en el paí­s, sino a las posibilidades de instrumentalizar a ciertos grupos con fines electorales. La foto que hemos sacado varias veces en las campañas cí­vicas de La Hora, donde un par de señoras bien nutridas, en realidad galanotas, están recibiendo la bolsa solidaria, es una muestra de que esa ayuda no llega a los desnutridos del paí­s que se cuentan por millones.

En fin, no es lo mismo que se haga un planteamiento crí­tico en la prensa, ya satanizada por el oficialismo, a que lo haga alguna entidad que les ha sido útil en diversas circunstancias al trabajar estrechamente con Espada y estableciendo un centro de denuncias para la corrupción que, aparentemente, no ha recibido muchas porque después de la inauguración no se supo si alguien usó el teléfono o si se dio trámite a alguna de las denuncias.